Cuenta una leyenda que, en un reino
muy distante y muy rico, había un rey que tenía la costumbre de mendigar por las
calles.
Pero como todos los súbditos le reconocían al momento, pensaban que sería una afronta al rey si ellos
ofrecieran una limosna al propio rey, así que el rey volvía, todos los días a
su palacio, sin un céntimo en el bolsillo.
Pasaron años y la salud del rey
empezó a mermarse. El sabio de la corte, al observar su estado, le comenta:
—Amado rey, puedo imaginar lo
importante que es para ti el mendigar, pero veo que tu salud también se está
afectando. Si al menos consiguiera una moneda sé que eso podría cambiar,
entonces le propongo que vayamos, los dos, a mendigar a otro reino.
El rey estaba tan obsesionado con su
conducta que aprobó, de inmediato, la propuesta del sabio y los dos se
marcharon a otro reino a mendigar.
—Una limosna, por favor! Una limosna
para este pobre mendigo, por favor! —decían el rey y el sabio al unísono,
pero nadie siquiera se les acercaba.
Al ver los dos mendigos, un hombre se
aproxima y les dice:
—Veo que sois buenas personas, pero en
este reino no obtendrán ninguna limosna, porque somos muy pobres. Yo les
aconsejaría que fueran al reino vecino, porque es bien sabido que tienen mucha
riqueza que ofrecer.
Al oír estas palabras, el rey, de
inmediato, reconoció que ese hombre estaba hablando de su propio reino. Al
mirar el rey al sabio, constató, en su enorme sonrisa, que este tenía
conocimiento de lo que podría pasar y que todo no era más que parte de un plan
que lo haría despertar de su obsesión.
—Amado rey —dijo el sabio—: Tú te habías olvidado
de ti mismo, viviendo en una ilusión, así que era necesario otra ilusión para
que vieras tu propia realidad. Pero ahora, que ya sabes quien realmente eres, abandonemos
las ilusiones y vivamos nuestra realidad…
A veces la vida nos enseña cosas que
no son necesarias, para hacernos volver a la realidad. Eso debido a la
ignorancia y es necesario verter más ignorancia para, al final, echarlas todo
como lo que realmente son: ilusión. La ilusión solo se destruye con ilusión
para comprender una única realidad: Yo soy Él!
Que así sea! © jose luis iglesias ros
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