miércoles, 21 de mayo de 2014

Si decides Escuchar...


Mucho se dice que saber escuchar es una virtud. Una virtud es una cualidad, o la disposición de obrar para el bien, ofreciendo lo mejor de uno mismo en beneficio de los demás.

El plan de Dios se establece sobre la virtud, y Él mismo es la Virtud.

Cuando alguien te busca para confiar un problema, lo que está verdaderamente haciendo es abrir un canal de comunicación o de comunión contigo. Este canal se forma desde la vía del interior y no a partir del intelecto. Por lo tanto, si intentas entender ese lenguaje a través de tu intelecto, podrás oír lo que te dicen, pero no estarás escuchando nada, porque son vías diferentes. Al mismo tiempo, tu intelecto estará influenciando tu conversación, añadiendo puntos de vista propios de este, con la intención de “entender” lo que la otra persona te está confiando.

Para saber escuchar debes coger la vía de tu interior, y recibir con amor ese canal que está siendo abierto para la comunión, y este es un regalo precioso.

Cuántas relaciones no terminan con esa reflexión: no has sabido escucharme!

Y las relaciones basadas en el intelecto sobreviven, hasta cierto modo, porque son, ambas, dirigidas por la mente, pero nunca podrán acceder a un estado evolutivo más allá de la propia mente.

Cuando decidas escuchar, hasta tu silencio podrá entenderse…


A todos nos gusta que nos presten atención, que nos escuchen, y esto solo es posible si hablamos el mismo lenguaje, el mismo canal de comunicación –comunión.
Cada cual es responsable por abrir su canal interior de comunicación y la energía fluye, y las palabras fluyen, hasta el silencio entre palabras fluye…

Que así sea! © jose luis iglesias ros

martes, 20 de mayo de 2014

El Árbol de Manzanas.


Había un hombre que soñaba con la manzana más dulce que pudiera existir, y que al morderla, el jugo le saliera por los labios dejando un rastro de felicidad en los ojos.

Sin pereza, el hombre se puso a plantar un manzano, mimándolo, regándolo o y cuidándolo con todo cuidado.

El manzano, mientras crecía, así lo sentía, y quería demonstrar al hombre lo agradecido que estaba de su cuidado y mimo. Le preparó una manzana única, que quiso protegerla de los pájaros, ocultándola detrás de muchas hojas.

Un día, el hombre observó que había muchas manzanas en el árbol, pero una y solo una, le llamó especial atención.

Se subió al frondoso árbol con mucha dificultad, pero cuando llegó a su destino, observó que la manzana que él tanto había ansiado provenía de una rama del manzano que su vecino había plantado y que se entrecruzó con el suyo.

Aunque decepcionado, escuchando su voz interior, bajó del árbol dejando allí el objeto de su deseo.

Sin embargo, eso no pasó desapercibido por el árbol, que se enorgulleció de la acción del hombre, pues así es la naturaleza.

Pasaron los días y el hombre siguió tentado a coger esa ansiada manzana, pero al final se resistió.

Un día le llamó su vecino y le trajo una preciosa manzana. El hombre, que conocía cada matiz de su ansiada manzana, llega a dudar si era ella o no. Sale corriendo y comprueba que no, y que seguía atada a la rama del otro árbol.

—He visto como admirabas a mi manzana, como subías al árbol, y como, decepcionado, bajabas de él sin cogerla, y eso es admirable —pronunció el vecino y continuó—: He visto, también, como crecía esta manzana que te traigo, que es tuya, que procede de tu árbol, pero que estaba oculta en medio de muchas hojas y por eso no la habías visto.

El hombre tomó la manzana y la mordió, como había soñado y deseado. Le corrió el jugo por los labios, como había soñado y deseado. Pero algo estaba pasando con su sueño. Había soñado y deseado que la felicidad se viera reflejada en sus ojos y no. Curiosamente veía felicidad en los ojos de su vecino.

Entonces comprendió que la verdadera felicidad la percibirás en los ojos del vecino, cuando eres capaz de entender y respetar su sueño…

jueves, 15 de mayo de 2014

La Máxima de Dios.


Cuenta una leyenda que, el mundo, al principio, era solamente en blanco y negro, y por lo tanto, lo que hoy conocemos como colores, no existían.

El blanco se sentía feliz, aunque era una felicidad fría y el negro era todo lo contrario, oscurecía todo a su alrededor. Además sentían que había una gran distancia entre ellos.

Dios, entonces, al observar que no estaban cumpliendo su máxima, resuelve llamarlos:

—Blanco y Negro, sois mis amados hijos y sois UNO conmigo, entonces debéis cumplir con mi mayor propósito en el mundo: la Unión. Le concederé más luz al blanco para que pueda brillar en ese propósito, si así decide hacerlo.

Respetuosamente, dejando de lado sus diferencias, cumplieron Su deseo y así nació el Gris.

El Gris llevaba los genes del blanco y del negro, así como también contaba con la ayuda de la luz divina. Fue creciendo y su presencia empezó a notarse en todo el mundo. Empezó a poblar, incluso, los cielos, llenándolos de nubes grisáceas.

Un día, ya mayor, el gris preguntó a sus padres el por qué de no haber tenido más hermanos, ya que ellos mismos le habían explicado la máxima de Dios: la Unión. Le resultaba contradictorio, porque él no tenía con quien unirse. Esa era la gran tristeza del gris. El blanco le explicó al gris que Dios le había dado dos posibilidades: reinar solo, en este mundo -lo que sería una actitud muy egoísta, o, unirse al negro, pero jamás volver a usar la luz divina para el mismo fin. El gris comprendió, entonces, cuál había sido la elección.

Muchas nubes pasaron y la tristeza del gris crecía con cada nube. Él no conseguía expresar su tristeza, debido a que, al final, era un simple gris, y los grises son así. Pero no hay tristeza que no derive en lagrimas, y estas llegaron, y estas le tomaron por entero, llenando todas sus nubes, y cayeron sobre el blanco con tal sentimiento que conmovió hasta al mismísimo Dios.

Dios, con la misma rapidez que percibe una conmoción, envía una bendición. No podía permitir a un hijo suyo permanecer en tristeza eterna, y le envió a este, la luz divina, pero con tal intensidad que llegó a ofuscar hasta el blanco más blanco.

Ninguna máxima de Dios puede ser desatendida. Y hubo lágrimas, y hubo luz divina, y hubo Unión! Y la unión, obedecida esta máxima, se vino a conocer como Arco-Iris. El mundo había ganado su colorido, debido al respeto a Su máxima, y los campos se volvieron verdes, y las flores multicolores, y la nieve blanca, y la noche oscura y el gris, este sí, ahora era feliz!

Desde entonces, cuando vemos que se forma un Arco-Iris en el horizonte, se cree que simplemente se está cumpliendo la máxima de Dios, con ayuda de la luz divina en Su bendita presencia.



La unión es respeto, es amor, es comprender el dolor ajeno como propio y así buscar para el otro, lo que estarías buscando para ti. Uno es con Dios, y Uno es también una divinidad –luz divina.

Que así sea! © jose luis iglesias ros

martes, 13 de mayo de 2014

Las Palabras del Sabio.


Cuenta una leyenda que había un reino que gozaba de alegría plena.

Esa alegría se podía sentir en cada flor, en cada mariposa que volaba y en las facciones de los súbditos, del rey, de la reina, y de toda la corte.

Pero un día, sin que pudieran imaginar que este llegaría, una nube gris apareció en el cielo de aquél reino. En semblante del rey acusó el gris de esa nube y como un efecto cascada, a todos del reino, inclusive las flores y las mariposas fueron degradando su colorido.

De manera urgente, llamaron a un sabio del reino vecino, ya que, incluso el mismo sabio del reino se había vuelto gris.

Al llegar al encuentro del rey, el sabio se interesa por su estado.

El rey, sin encontrar palabras, solo consigue expresar su color grisáceo.

Inmediatamente, desde su atuendo morado, el sabio saca un aparato parecido a un termómetro, y que el rey no identifica como nada conocido. El sabio, al observar ese interrogante en el rey, decide aclarar:

—No os preocupéis, majestad! Es mi “detector de alegría” y es totalmente inocuo. Con él puedo conocer sus niveles de paz y alegría interiores.

El sabio, acercando el detector al corazón del rey, comprueba que sus niveles de paz-alegría estaban a nivel crítico. Se acerca, entonces, al oído del rey y pronuncia algunas palabras que hacen con que, inmediatamente, el rey recobre su alegría. El mismo efecto cascada se produce y todos del reino, flores, mariposas, reina, súbditos, y hasta el sabio del reino, vuelven a recobrar la alegría.

El sabio del reino quiso saber qué le había dicho al rey para “curarlo”, y este se lo repite al oído:

«Yo te amo, y eres la persona más importante de todos los reinos. Sin ti no hay color, ni gloria, ni gracia. Mi alegría no depende de la tuya, pero si decides que ella es importante para ti, tanto cuanto lo es para mí, ella mismo se hará manifestar en ti mismo.»

Desde entonces se cree que, cuando una persona está alegre, simplemente es que el sabio interior le está diciendo estas mismas palabras al oído.



Todos, tenemos en nuestro interior, “el detector de alegría” y un sabio. Si dejas que el sabio compruebe tus niveles de alegría, él mismo sabrá si necesitas oír sus palabras.

Que así sea! © jose luis iglesias ros

lunes, 12 de mayo de 2014

La Planta de la Suerte.


Cuenta una leyenda que, hace mucho tiempo, había un reino de lo más común.

El rey, la reina, incluso la princesa, eran de lo más común. Las plantas, flores, los súbditos, los animales, todo, era de lo más común.

Un día, el Rey propuso un reto, y por ser de lo más común, usando de las palabras más comunes, casi nadie prestó mucha atención, excepto un joven, cuya apariencia también era de lo más común.

El reto consistía en que el primer súbdito que trajera algo muy original, fuera de lo común, podría proponer casamiento a la princesa.

El joven, que ya se había enamorado de la princesa, como es común, fue en la búsqueda de un sabio, muy común en aquél reino.

El sabio, entonces, le dio unas semillas de una planta de lo más común. No era una rosa negra, ni una orquídea fantasma. Al entregar las semillas al joven, le dijo:

—Estas semillas son de lo más común. Sin embargo, debes plantarlas de una forma muy especial, tratándolas con cariño, y creyendo que tu sueño de amor se realizará. Hágalo solamente en la noche anterior a su entrega al rey.

Por ser una planta común, el joven podría desanimarse, como es común, sin embargo siguió el consejo del sabio. En la noche anterior del día pactado, plantó la semilla común, pero su corazón estaba lleno de esperanza, fe y amor.

Algunos se habían presentado frente al rey con sus plantas, flores, incluso árboles, pero todas ellas eran de lo más común.

Al presentarse el joven, éste destapó cuidadosamente la simple planta, frente al rey y a la princesa.

El rey exclamó entonces:

—Si es un simple trébol!

Aquella exclamación llamó la atención de la princesa que observó cuidadosamente la simple planta.

—No, papá —interrumpió la princesa—, no es un simple trébol, este es especial, míralo!

En efecto, el rey observó que no era un simple trébol de tres hojas, sino que había cuatro hojas en cada tallo de la simple planta.

Fue un acontecimiento extraordinario, en aquél reino de lo más común y el joven y la princesa, enamorados, se casaron y como es común, fueron felices para siempre…

Desde entonces, se cree que la suerte es simplemente una planta que cultivamos en el corazón que vive con esperanza, fe y amor.

Dentro de cada uno existe algo muy especial y único. Si dejamos que florezca, seremos reyes de todos los reinos. Que así sea! © jose luis iglesias ros

viernes, 9 de mayo de 2014

El Colorido de la Vida.


Cuenta la leyenda que el mundo, al principio, estaba poblado de flores.

Todos los campos estaban llenos de un colorido que representaba la armonía de Dios.

El viento, por mandato de Dios, era el responsable por esparcir las semillas y cruzaba todos los rincones del mundo en la procura de semillas. Las flores estaban muy orgullosas del don que Dios les había concedido –su colorido; sin embargo, cuando el viento las esparcía, las flores notaban que las semillas eran solo polvo blanco y se preguntaban: cómo, con el exquisito colorido que tenemos, nuestras semillas son simplemente blancas?

Resolvieron, las flores entonces, llevar esta pregunta a Dios, y Él les contestó:

—Amadas flores, vuestro colorido representa el colorido de la vida, cómo ella debe ser observada y cómo ella debe ser presentada frente a todo lo que les ocurra. Llueva, amanezca, oscurezca, o si el propio viento las azote, vuestro colorido debe permanecer. El blanco de las semillas representa vuestra pureza, el inicio y la fusión del colorido, pues sois UNO conmigo y con toda la naturaleza. Sin embargo, hay algo que puedo hacer: a partir de hoy seréis testigos de vuestra propia hermosura, siempre que mantengáis los ojos bien abiertos.

Y fue así como Dios creó la mariposa, que vuela entre los campos coloridos, esparciendo la belleza, tal como hacía y sigue haciendo el viento.

Desde entonces, cuando se ve una mariposa volando, se cree que simplemente cumple el mandato de Dios, esparciendo pureza en el colorido de la vida.


© jose luis iglesias ros

jueves, 8 de mayo de 2014

El Llamado de Dios.

Cuenta la leyenda que el mundo, al principio, estaba poblado de insectos.

La cantidad y diversidad era impresionante, y Dios resolvió llamarlos a todos para clasificarlos y así poner un poco de orden en ese reino.

Todos se pusieron en marcha para acudir al llamado de Dios, de todas partes del mundo, usando los medios con que contaban. Debido a la cantidad, llegó un momento que empezaron a amontonarse y golpearse unos a otros, retrasándose. Con la llegada de la noche, muchos de ellos ya se habían perdido, incluso algunos insectos estaban perdiendo su sentido de orientación.

Dios, usando de su benevolencia, reconoció el infortunio que estaban teniendo por acudir a su llamado y resolvió ayudarlos. Entonces escogió a un insecto y lo dotó de una fuente de luz. Ese insecto pasó a llamarse Luciérnaga, y su tarea era guiar, a través de su luz y durante la noche, a todos los insectos.

El llamado de Dios se había cumplido y así el orden en el reino de los insectos fue establecido.

Desde entonces, cuando observas que eres atraído por algo hermoso, como si de una luz se tratara, o ves algún insecto que busca, de forma desesperada, una fuente de luz, se cree que simplemente se está atendiendo a un llamado de Dios.


Todo puede ser un llamado de Dios, solo debes prestar especial atención a lo que tus ojos pueden observar en esa luz imaginaria a la que muchas veces nos sentimos atraídos.
©  jose luis iglesias ros

miércoles, 7 de mayo de 2014

El Maestro y el Vehículo.


—Querido maestro: si no somos el cuerpo, qué es el cuerpo?

—Amados —dijo el maestro—: Efectivamente no somos el cuerpo, ni somos la mente. Somos conciencia cósmica divina, que es energía y es poder.

«El cuerpo es simplemente un vehículo. La mente es el conductor de ese vehículo, y tú eres solo el propietario de ese vehículo.

«El vehículo tiene siempre el motor funcionando en ralentí, que es la respiración. Cuando el motor se estropea, simplemente deja de funcionar, como el cuerpo dejará de vivir si dejas de respirar.

«Vamos a ver qué similitudes hay entre los dos:

«Necesitas el vehículo para desplazarte a donde quieras ir y eso te da libertad. Necesitas abastecer de combustible, sino, no llegarás lejos. Cuando estás circulando, siempre cuidas de no tener percances, pero si te pincha una rueda, la arreglas y listo. Si das un golpe, lo llevas al taller, pero mientras lo arreglan el conductor se ocupa de otras actividades. Necesitas cuidar del vehículo, de su mantenimiento, y como no, de su limpieza. Necesitas respetar las leyes de tráfico, sino ocurrirán sanciones a que vas a tener que hacer frente. El vehículo elimina los gases del motor, a través de un sistema inteligente, pero el conductor no los percibe ni tampoco los afecta. El conductor, ciertamente, es el que deberá observar todos estos cuidados.

«Necesitas el cuerpo para desplazarte y así tienes libertad. Necesitas alimentarte. Evitas las situaciones peligrosas, pero si surgen, las procura remediar. Si tuerces un tobillo o una muñeca, o lo que sea, buscas a un medico hasta curar por completo. Aseas el cuerpo, lo limpias y lo mantienes. Cuidas de respetar a otros cuerpos y no tener problemas que enfrentar. El cuerpo también produce gases y otras cosas, pero no hay olor dentro del cuerpo, debido a que hay pureza en él. Lo que no se aprovecha, será eliminado de esa forma.

«El propietario sabe que, cuando el vehículo esté muy estropeado, será reemplazado por otro, pero no llora por ello y no se inquieta.

«La mente es un conductor novel, así que el propietario intenta que tenga más conocimiento de su labor, pues es su deber controlarla.

«Ahora bien, si el conductor se cree que es el propio vehículo, sufrirá todas las consecuencias de lo que pueda afectar al vehículo y si el conductor siente que está apegado al coche, pasará de igual forma —aunque esté muy estropeado, no querrá librarse de él y sufrirá.

«No seas el vehículo y no seas el conductor. Sé y ejerza siempre de propietario, y así mantendrá tu paz.



Si te confundes en el tráfico, darás vueltas y más vueltas, hasta llegar al destino.
Meditar sobre la ruta, antes de iniciar el viaje, lo hará más placentero.
Que así sea! © jose luis iglesias ros

martes, 6 de mayo de 2014

La Estrella Fugaz.


Cuenta la leyenda que el mundo, al principio, era una gran bola de agua y la habitaban solo los animales marinos. El fondo de los mares y océanos estaba plagado de estrellas de mar, formando un tapiz multicolor que fascinaba hasta el mismísimo Dios que lo creó. Ese espectáculo cambiaba durante el día, en la medida que el sol cambiaba de posición y las estrellas de mar también estaban fascinadas por cómo eran parte de esa belleza.

Sin embargo, cuando llegaba la noche y el sol dejaba paso a la luna, la noche era muy oscura y ya no se podía ver ese espectáculo. Dios entonces pensó que sería maravilloso poder ver ese mismo espectáculo durante la noche y determinó que las estrellas de mar se fueran al cielo, a formar ese mismo tapiz y así surgieron las constelaciones de estrellas. Algunas de ellas no estaban de acuerdo con la determinación de Dios, y usando del libre albedrío, se quedaron en su mismo océano o mar, como agarrados a la falda de su madre agua.

Durante mucho tiempo, tanto las estrellas de mar, como las estrellas del firmamento, estaban muy contentas del espectáculo que formaban, tanto en el mar como en el cielo, pero, y siempre existe un pero, también existe una cosa que se llama nostalgia. Las estrellas del firmamento empezaban a echar de menos a su madre agua, y la primera de ellas, lanzándose en su búsqueda, se le llamó estrella fugaz.

Desde entonces, cuando se observa a una estrella fugaz en el cielo, se cree que es el hijo que, simplemente, vuelve a casa, en los brazos de su madre.


©  jose luis iglesias ros