—Querido maestro: si no somos el cuerpo, qué es el cuerpo?
—Amados —dijo el maestro—: Efectivamente no somos el cuerpo, ni somos la mente. Somos conciencia cósmica divina, que es energía y es poder.
«El cuerpo es simplemente un vehículo. La mente es el conductor de ese vehículo, y tú eres solo el propietario de ese vehículo.
«El vehículo tiene siempre el motor funcionando en ralentí, que es la respiración. Cuando el motor se estropea, simplemente deja de funcionar, como el cuerpo dejará de vivir si dejas de respirar.
«Vamos a ver qué similitudes hay entre los dos:
«Necesitas el vehículo para desplazarte a donde quieras ir y eso te da libertad. Necesitas abastecer de combustible, sino, no llegarás lejos. Cuando estás circulando, siempre cuidas de no tener percances, pero si te pincha una rueda, la arreglas y listo. Si das un golpe, lo llevas al taller, pero mientras lo arreglan el conductor se ocupa de otras actividades. Necesitas cuidar del vehículo, de su mantenimiento, y como no, de su limpieza. Necesitas respetar las leyes de tráfico, sino ocurrirán sanciones a que vas a tener que hacer frente. El vehículo elimina los gases del motor, a través de un sistema inteligente, pero el conductor no los percibe ni tampoco los afecta. El conductor, ciertamente, es el que deberá observar todos estos cuidados.
«Necesitas el cuerpo para desplazarte y así tienes libertad. Necesitas alimentarte. Evitas las situaciones peligrosas, pero si surgen, las procura remediar. Si tuerces un tobillo o una muñeca, o lo que sea, buscas a un medico hasta curar por completo. Aseas el cuerpo, lo limpias y lo mantienes. Cuidas de respetar a otros cuerpos y no tener problemas que enfrentar. El cuerpo también produce gases y otras cosas, pero no hay olor dentro del cuerpo, debido a que hay pureza en él. Lo que no se aprovecha, será eliminado de esa forma.
«El propietario sabe que, cuando el vehículo esté muy estropeado, será reemplazado por otro, pero no llora por ello y no se inquieta.
«La mente es un conductor novel, así que el propietario intenta que tenga más conocimiento de su labor, pues es su deber controlarla.
«Ahora bien, si el conductor se cree que es el propio vehículo, sufrirá todas las consecuencias de lo que pueda afectar al vehículo y si el conductor siente que está apegado al coche, pasará de igual forma —aunque esté muy estropeado, no querrá librarse de él y sufrirá.
«No seas el vehículo y no seas el conductor. Sé y ejerza siempre de propietario, y así mantendrá tu paz.
Si te confundes en el tráfico, darás vueltas y más vueltas, hasta llegar al destino.
Meditar sobre la ruta, antes de iniciar el viaje, lo hará más placentero.
Que así sea! © jose luis iglesias ros
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