jueves, 27 de febrero de 2014

El Maestro y el Recuerdo.

—Querido maestro —preguntó un discípulo—: por qué nos dices siempre “Recordad”, si ni siquiera lo hemos aprendido?
—Querido discípulo —respondió el maestro—: No hay nada que aprender, solo existe el que Recordar.
«Toda la sabiduría está dentro de nosotros, ya nos fue concedida esta sabiduría.
«La sabiduría reside en lo sutil, en lo intangible. Lo que ocurre es que ha sido suplantada por las materias densas que acabaron ocupando el espacio de lo sutil y por desuso se ha ido olvidando.
«Hace miles de años no existían las universidades, ni los premio Nobel y casi todos eran analfabetos, pero sí existía la sabiduría. Mucha sabiduría se ha ido pasando, de generación a generación, a través de las palabras, antes de que existieran los libros o las Sagradas Escrituras. Nadie ha enseñado al primer maestro todo el conocimiento. Él solo tuvo que buscar en su interior la realidad de su insatisfacción.
« Puede que el primer maestro, no estando satisfecho con la forma con que se presentaban las cosas, simplemente se sentó calmadamente bajo un árbol y enfocando su pensamiento en todas sus preguntas, fue recordando esa sabiduría y así como la luz acaba con la oscuridad, el conocimiento acaba con la ignorancia.
«Cuando buscas dinero, amor, salud e incluso el conocimiento, es porque no estás satisfecho con el que tienes y acabas buscando una forma de suplir esa carencia o por creer que debe existir algo más allá de lo que vemos. Es la sabiduría intentando salir a flote, despertar, pero tú la bloqueas intentando llenarte de más cosas densas, de más materia y el efecto es contrario, porque te llenas de más insatisfacción.
Por qué hubo un Cristo? Por qué hubo un Buda? Por qué hubo un Maoma? Por qué hubo un Krishna? Y tantos otros, no menos importantes?
La verdad ya existía entonces, pero ellos tenían que venir para despertar eso que ya estaba en tu interior, para enseñar, con sus ejemplos, cómo recordar esa sabiduría y aplicarla y transmitirla.
«Por ello se dice que debes recordar, debes despertar lo que está dormido en tu interior.   

«Recordad: Recordar es traer a la mente la memoria de esa divinidad que eres.

Los recuerdos son impresiones grabadas en la mente que ascienden a la superficie cuando te enfocas en ellas. Todo está grabado y todo puede ser recordado, pero no todo sale a la superficie. A veces tienes que bucear como si fueras a encontrar un tesoro…y lo encontrarás!
Que así sea!   © jose luis iglesias ros

miércoles, 26 de febrero de 2014

El Maestro y la Luz.

—Ya estamos otra vez. Otra clase igual con el mismo viejo maestro de siempre. —dijo uno de los discípulos a sus compañeros antes de entrar en clase y antes mismo de que llegara el maestro.
—Buenos días! —enfatizó el maestro al acercarse a sus alumnos.
—Hoy os he preparado una clase distinta, para aquellos que creen que las clases son siempre las mismas, y el maestro, el mismo viejo de siempre.
Todos se miraron con espanto e incredulidad delante de lo que habían escuchado.
El maestro observó ese hecho y sonrió con humildad.
—Les abriré la puerta y entrareis uno por vez. Os quedareis allí, esperareis 20 segundos y luego saldréis de la misma forma que entrasteis. —comunicó el maestro.
El maestro entonces hace entrar al primero, cerrando la puerta al paso de éste. Espera 20 segundos y vuelve a abrir la puerta para que el alumno pudiera salir.
Hace entrar al segundo y procede de la misma forma.
Así, sucesivamente todos entran y vuelven a salir, siguiendo la orientación del maestro.
—Bueno, queridos discípulos, alguien quiere pronunciarse? —preguntó el maestro.
Ninguno se atrevió a hacerlo. 
Entonces el maestro pregunta: —Qué habéis visto dentro?
—Nada. —responde uno.
—Oscuridad. —contesta otro.
—No hubo tiempo para acostumbrarme con la oscuridad. —arriesgó otro más.
—Exactamente! —aseveró el maestro. Y continuó con la enseñanza:
“No habéis visto nada porque no había nada que ser visto. Había que sentir. Habéis sentido la oscuridad que es nada más que la ausencia de luz. Y afortunadamente no hubo tiempo para que os acostumbrareis a la oscuridad, porque eso sería desastroso.
La luz es una forma sin forma. Todo el Universo crece, sobrevive y se alimenta con la luz, y esa luz brilla adentro de cada uno de vosotros también.
Si estás de espalda a la luz podrás ver tu propia sombra. Si intentas agarrarla no se dejará, saldrá corriendo. Si giras y caminas hacia la luz, y observas sobre tu hombro, podrás ver tu sombra que te sigue, caminando detrás de ti. Todo te seguirá si, primero tú mismo, buscas la luz. Es la oscuridad —o la ausencia de luz— lo que nos hace buscar la luz.
Es comprender y aceptar nuestra ignorancia humana lo que nos hará buscar el conocimiento sagrado —el que proviene de Dios, que es la Luz del conocimiento, la Luz de nuestra conciencia, el Único que ilumina todas las cosas y seres.
Y Recordad: todo lo que te llegue a ti con luz, es decir, a través de pensamientos, palabras, gestos o acciones, debes dejar fluir y ella seguirá existiendo en ti.” 
—Hasta mañana. —se despidió el maestro.
—Hasta mañana, sabio maestro. —dijeron en coro los discípulos.

Es vaciándonos de todo lo que creíamos ser importante, para volver a llenarnos con lo que es realmente relevante: todo lo que te llegue como “luz”, en forma de pensamientos, de acciones y de palabras. Debes dejar fluir de igual forma. El amor también es una forma de luz, —amor incondicional, desinteresado, libre e indiferenciado. Cuando te llenas con esa Luz empiezas a sentirte liviano, porque ya no te cargas con el peso de la oscuridad. 
Es esa luz que te hará ver la unidad en la diversidad.
Que así sea! © jose luis iglesias ros

Una Lágrima.

Solo la delicadeza de una lágrima, brotada de la emoción que causaron en ti mis palabras,
es suficiente para llenar mi corazón. Corazón que siente el frío, el calor, el clamor, el olvido de lo vivido y al mismo tiempo creyéndose egoísta por tener en posesión esa lágrima derramada por tu corazón.
Mi corazón también se siente celoso de ella, por la caricia provocada en tu cara, rozándote los labios, y que se hizo tan bella que solo tu alma podría reflejarse en ella.
También la ama, porque en esas lágrimas que iluminaron tus ojos están encerradas pasiones, deseos, sueños, amores y desdichas, felicidad y tristeza, pero sobretodo, tú esencia.
Lagrima causada por otras lágrimas derramadas en silencio, lágrimas que no sonaran al caer, porque cayeron en el vacio de mi soledad —la que existía cuando no te conocía. 
En el vacío de unas lágrimas que lloran por no encontrarse con las tuyas, y que, poco a poco, se van secando, dejando amarga huella en el alma.
Pero, aún y así, mi corazón se siente afortunado por ese más bello tesoro jamás creado, y orgulloso de saber de su existencia, como orgulloso es el padre al ver su hijo ya hombre, como orgulloso se siente el veloz corredor cuando oye sonar el himno en su honor.
Culpable…por no poder mostrar tan hermosa maravilla al mundo, porque es frágil como flor que marchita al final de tarde, fugaz como estrella cadente en noche de verano, y tan delicada como las flores que existen en el jardín de tus labios.
Cómo algo tan frágil puede hacer temblar el más fuerte de los corazones?
Cómo algo tan delicado puede hacer que desvanezca ante ella la pesada mano del verdugo?
Cómo algo tan simple puede turbar la más pura de las miradas?
Yo solo puedo aceptar que, por la lágrima que dejaste caer, y que hizo tú corazón vibrar, vibra hoy el mío, que se siente puro y libre, contagiado por el reflejo puro y libre de tu esencia…

¿Cuántas lágrimas ya ha derramado el mundo? ¿Cuántas de ellas fueron en silencio? ¿Cuántas de ellas las hemos causado? 
Puedo imaginar que la infinita sabiduría, por ello, creó el mar muerto…
Es la más íntima expresión de sentimiento, eso sin duda, y no solo de tristeza, pero de alegría, afortunadamente. Es el momento en que nos encontramos frente a frente con nuestro ser más interior, la más pura esencia, sin tabúes, sin perjuicios, sin egoísmo; el momento en que nos reconciliamos con nosotros mismos, ofrecemos y aceptamos el perdón.
Que nuestra dicha repose solamente en las lágrimas de alegría que seamos capaces de generar y que el amor esté presente en todas ellas.
Que así sea! © jose luis iglesias ros

La Prisión y el Pájaro.

Había un hombre que estaba en prisión por un delito que había cometido.
Todos los días lamentaba el hecho de estar encarcelado, privándolo de libertad, pero no el hecho de haber cometido un crimen y así vistió su condición de “encarcelado”.
Una pequeña ventana de su celda daba a la parte exterior, por la que, en contadas horas, el sol hacía acto de presencia.
Cierto día, hubo un invitado más, a parte de aquél sol. Un pájaro. Posó delicadamente sobre uno de los barrotes que guardaban la ventana, y el encarcelado observó detenidamente ese suceso.
—Almuerzo! —Interrumpió uno de los carceleros.
Esa interrupción hizo con que le observara igualmente como lo había hecho al pájaro.
El pájaro seguía allí, tímido, reticente, y también observó al encarcelado que, cogiendo un pequeño trozo de pan de su almuerzo, se acercó a los barrotes para ofrecérselo.
Los dos presentaban el llamado “estado de alerta”: ninguno sabía de las intenciones del otro, pero al mismo tiempo se habían concedido el beneficio de la duda y no juzgar sin antes conocer la intención.
El encarcelado, entonces, puso gentilmente el pan cerca del pájaro y éste se acercó a cogerlo y con un leve aleteo de sus alas agradeció. Habían creado un vínculo de confianza.
Por muchos días ocurrió lo mismo. Pero no todo pasó a ser lo mismo.
El encarcelado esperaba su momento diario y el pájaro acudía a su momento diario. Les visitaba todos los días la felicidad. El encarcelado se olvidaba de su condición de falta de libertad y al pájaro no le importaba su condición de libertad. Ninguno se sentía atado a nada, sino al amor que residía en esos momentos que deseaban compartir.
El encarcelado entonces empezó a recobrar su condición de “hombre” y considerar lo que le había hecho llegar donde estaba. Nació el arrepentimiento. La celda pasó a ser el salón de su casa y la ventana con sus barrotes pasó a ser el jardín a que acudían los pájaros.
Aquél pájaro lo hizo comprender que la verdadera prisión estaba en su mente, en la forma con que se había dejado “encarcelar” por lo exterior. Los guardias seguían siendo los mismos, con las mismas paredes y para ellos no era una prisión, sino su local de trabajo. Para el pájaro tampoco era una prisión, era el local que eligió para pasar “su momento diario”, donde encontraba el confort y la hospitalidad con aquel hombre.
Y los dos, hombre y pájaro, siguieron disfrutando de su nueva libertad…

“Como la mente, así el hombre, las ataduras o la liberación están en su propia mente. Si te sientes atado, estás atado. Si te sientes liberado, estás liberado. Las cosas externas ni te aprisionan ni te liberan; solo tu actitud hacia ellas lo hace.” (texto: Los Yoga Sutras de Patánjali — Comentarios por Sri Swami Satchidananda — ed.2013)
Que así sea! © jose luis iglesias ros

Educar la Mente.

Qué hace una madre cuando tiene tres hijos pequeños a su cuidado?
Simplemente busca algo con que ellos se entretengan, así no estarán buscando —y seguramente encontrando— problemas. Los mantendrá ocupados. Cuando ella encuentre algo que pueda hacer que valga la pena que se haga, llamará a estos para que le ayuden.
Los niños son como barcas sin timón ni remos, ni ancla, en medio del océano embravecido.
Nadie le ha enseñado eso, sino su propia vida, sus experiencias, su buen sentido y su sabiduría.
Cada uno de nosotros tiene a su cuidado un niño muy especial, muy rebelde, que le gusta solamente hacer aquellas cosas que él mismo quiere, y añadiría que casi siempre lo consigue.
Este niño muy especial es nuestra mente. Es esa barca sin timón, ni remo, ni ancla, en medio de ese océano embravecido que es la vida.
Si no la tenemos ocupada, vagará errantemente de un lado a otro y no querrá permanecer tranquila. Es tu misión controlarla, y para ello debes buscar algo que la mantenga ocupada.
En yoga, puedes ocupar tu mente mediante la repetición de un “japa” o “yapa”.
(abajo os dejo lo que dice wikipedia para este término)
Toma cualquier nombre sagrado o un mantra y sigue repitiéndolo.            Dile a tu mente: “Repite esto y no me lleves de aquí para allá. Cuando quiera tu atención, podrás dejar esta práctica y te daré un trabajo que merezca la pena.”
El resultado de esto es que tu mente se tranquilizará y la tendrás controlada.

Haiku — Mente.

Mente, despierta!
Las voces de mi alma
Son las que callan.


Wikipedia: El yapa es una disciplina espiritual que involucra la repetición meditativa de un mantra o nombre de Dios. El mantra o nombre deben ser dichos suavemente, suficiente para que el practicante lo escuche, o puede ser dicho puramente dentro de la mente del recitador. Japa puede ser practicado mientras se está sentado en postura de meditación, mientras se realizan otras actividades o como parte de un culto formal en grupo. La práctica del rezo repetitivo está presente en varías formas dentro de la mayoría de las religiones del mundo, aunque las religiones de India generalmente dan más énfasis a esta como una disciplina específica.

Los caminos son muchos;  el destino o el objetivo: uno solo.
Que así sea!   © jose luis iglesias ros

El Maestro y el Consejero.

—Queridos discípulos, hoy os pediré que hagáis dos cosas:
Primero escribiréis en una hoja de papel todos los elogios, hacia ti mismo, que podáis imaginar y, seguidamente, en la misma hoja, todas las críticas, hacia ti mismo, que podáis imaginar.
El silencio, entonces, fue total en aquel gran salón, que mostraba la concentración que los discípulos estaban empleando en atender al pedido del maestro.
Poco a poco se fueron levantando las cabezas de los discípulos como se levantan los interrogantes en una mente que espera por las respuestas y, en este caso, vino por parte del maestro:
Ahora que habéis terminado, intercambiad las hojas y leedlas, primeramente los elogios, y luego las criticas.
Empiezan, entonces, a leer todo tipo de elogios: inteligente, disciplinado, sincero, amable, gracioso, y otra serie de elogios más.
Pasó lo mismo con las críticas, al leerlas: desordenado, desconfiado, individualista, avaro, mal educado y también otra serie de críticas.
—Excelente dijo el maestro—. Ahora decidme: qué habéis sentido al leer los elogios?
Nada, querido maestro se atrevió un discípulo, sin más aclaración.
Bueno, querido maestro se lanzó otro a contestar: yo solo he leído las palabras, así que, simplemente no me identifiqué con ellas
Bien! —congratuló  el maestro la respuesta. Veo que las enseñanzas empiezan a salir a la luz. No identificarse con los nombres o las cosas es un buen principio.
—Y ahora qué podéis decirme de las críticas que habéis leído? preguntó el maestro.
—Creo que es más de lo mismo, querido maestro arriesgó otro discípulo, son solo palabras que hemos leído.
—Si yo hubiera leído mi hoja dijo un tercero, la que he escrito, tendría algún significado para mí.
—Sin duda aclaró el maestro: todos los elogios que haces a ti mismo, o las críticas, si son sinceras y verdaderas, tienen un valor hacia ti mismo, pero hacia los demás no tienen valor alguno, si este uno no les concede el valor si no se identifica con ellas.
Perdona querido maestro interrumpió un discípulo: la hoja que me tocó leer está en blanco.
Ah, sí? dijo el maestro—, sin mostrar cualquier clase de sorpresa, como que si supiera que aquello fuera a pasar.
Me gustaría saber del noble discípulo que no ha escrito nada, la razón de no hacerlo pidió el maestro, al mismo tiempo que éste se presenta:
Perdón, querido maestro, he sido yo, y os lo explicaré el por qué no quise poner lo que considero un elogio o una crítica hacia mí mismo:
«Hoy, quizás, puede que me considere inteligente, disciplinado, sincero y muchas más cosas, pero mañana no lo sé: puede que se me presente un problema que no sepa resolver, o que mi disciplina se vea afectada por alguna razón, incluso mi sinceridad la tenga que comprometer por un bien mayor.
«Con las críticas pienso lo mismo, porque si puedo ser hoy desordenado, puede que mañana aprenda a ordenarme, o si soy desconfiado, tenga que confiar, nada menos que mi vida a alguien, movido únicamente pela fe y, si hoy puedo ser individualista, mañana Dios me ponga a prueba en salvar a una persona y puede que lo haga.

«Así que entrego a mi ser interior el poder de elogiarme o criticarme en razón de mis actos en cada momento y eso, no puedo hacerlo con palabras, sino en silencio.

Todos hemos escuchado que somos maestros y discípulos a la vez. Sin embargo, solo hay un consejero y guía en tu interior. La única forma en que se manifiesta, es en silencio, pero en silencio se dicen muchas cosas.
Que así sea!   © jose luis iglesias ros

martes, 25 de febrero de 2014

El Maestro y el Discípulo.

Estaba el maestro ofreciendo una de sus clases y los discípulos todos atentos a sus enseñanzas.
Llegado cierto momento se retira por unos minutos y vuelve portando una pequeña caja en sus manos, aprovechando para preguntarles:
“En que me diferencio de aquél que se fue hace unos minutos del que está ahora delante de vosotros?”
Un discípulo le contesta: —Que ahora traéis una caja en las manos.
Y todos empezaron a reírse de la obviedad de la respuesta, incluso el maestro.
—Tu intención maestro, —le responde otro— y la caja es simplemente lo no sutil, la materia densa que, puede o no, servir para cumplir tu intención y no será aquella que merecerá nuestra debida atención.
—Muy bien, querido discípulo —le dice el maestro, siguiendo con la enseñanza:
“Recordad que muchas veces sería preferible que vuestros ojos estuvieran enfermos, porque seríais obligados a ver a través del corazón.”
—Ahora les pregunto qué puede haber en esta caja?
—El que me conceda la respuesta correcta ganará lo que hay en su interior y el que se equivoque tendrá que irse de la clase.
—Les daré algunas indicaciones: se constituye de tres elementos en uno solo, pero ninguno existiría sin la existencia de un cuarto elemento, que ya no existe y que es la madre de éste al mismo tiempo. A los cristianos les recuerda la resurrección y se considera símbolo de fertilidad. Suele encontrarse en los nidos de las aves.
Todos creían ya haber encontrado la respuesta, pero acabaron acordándose de las risas anteriores, causadas por la obviedad de la respuesta y ésta, parecía ser igualmente obvia, por ello no planeaban arriesgarse a ser motivo de risas.  Además, no querían tener que dejar la clase y que todos les mirasen.
—Vamos, discípulos, decidme qué puede haber en ésta caja?
—Os veo muy callados, veo la respuesta en vuestros corazones, pero no me sirve verla de esa forma. Mientras vosotros mismos no la veáis con la suficiente claridad como para expresarla, ignorando todo que pueda pasar alrededor tuyo, seguiréis en vuestra propia oscuridad.
—Un huevo! Esto es lo que hay en ésta caja, y vosotros sabéis esto! Sin embargo os habéis dejado conducir por el camino del miedo, de la falta de fe en vosotros mismos, por no escuchar a vuestros corazones, o guiados por aquello de “qué pensarán los demás?”.

—Recordad que en la vida habéis de encontrar miles de cajas, miles de puertas, miles de caminos, y tus ojos de poco servirán en tus elecciones, solo tu corazón, por ello lo debes entrenar a percibir las sutilezas de todas las cosas, solo así estarás preparado a elegir y a descubrir y a disfrutar de todos los regalos contenidos en esas cajas.

Cuando el discípulo está preparado, llega el maestro. Todos, como verdaderos candidatos a discípulos, deberíamos “robar” un pequeño tiempo de aquél que tenemos asignado como “cosas importantes”, para dedicarlo a lo que realmente es importante: Tú mismo. Tómalo como ir al gimnasio, dedica a entrenar tu mente, tus pensamientos y ejercita tu corazón siempre con amor.
Prepárate para lo bueno de ésta misma vida.

Que así sea!   © jose luis iglesias ros

El Maestro y la Visión.

Todavía estaba por amanecer. El cielo se había pintado de estrellas y la Luna proyectaba una cálida fluorescencia.  Maestro y discípulos caminaban por la ribera de un rio cuyas aguas estaban muy, muy calmadas y límpidas.
—Maestro, tengo sed. Podría tomarme un poco de ese agua? —preguntó el discípulo.
—Por supuesto querido discípulo. —consintió el maestro.
El discípulo entonces se dispone a beber del agua del rio.
—Mirad la Luna! —manifestó el discípulo señalando la Luna reflejada en las aguas del rio.
—Eso que ves no es la Luna. —precisó el maestro. Lo que ves es el reflejo de ella, pero no es “ella”.
Todos, entonces, se quedaron estáticos, pues cualquier palabra del maestro era la esencia pura de una sabiduría milenaria, y esperaban ansiosos a poder “beber” de esa sabiduría.
—Mirad ahora! —dijo el maestro al tiempo que lanzó una minúscula piedra en el centro exacto de aquél reflejo.
Decenas de círculos concéntricos se fueron formando alrededor de aquel reflejo, de aquella supuesta Luna y los discípulos observaron con atención a ese suceso.
—Que me podéis decir sobre lo que han visto? —preguntó el maestro.
—Que la piedra se ha mojado. —dijo el más gracioso con la pretensión de causar algunas risas y logrando una mueca de reproche del maestro.
—Que el reflejo ahora está distorsionado y no se puede ver la luna tal como es. —dijo un segundo.
—Exacto! —exclamó el maestro. La luna sigue existiendo allí arriba, pero el reflejo ahora está distorsionado. No puedes decir que has visto algo si tu visión está distorsionada. Eso nunca será la realidad o la verdad. Podrá ser, como mucho, “tu” verdad.
“Lo mismo pasa con el espejo. El espejo simplemente refleja tu rostro. No refleja tu verdadera cara. Lo que ves es el reflejo, que a su vez es percibido por tu visión. Si tu visión está distorsionada, entonces lo que ves también estará distorsionado. El maestro intenta mostrarte cómo te quitas la venda de tus ojos y la ignorancia para empezar a percibir el Guru en tu interior, que son las enseñanzas y aplicarlas en tu vida.”
Si miráis ahora mismo, directamente a la Luna, vais a apreciar su verdadera hermosura. Cuando podáis mirar directamente a tu interior, conoceréis vuestra verdadera cara, y les garantizo: es hermosa! afirmó el maestro.

Vamos a descansar un rato, porque el cuerpo también necesita de nuestros cuidados. dijo el maestro en el camino de regreso.

Nuestros pensamientos son como piedrecitas que tiramos al lago de nuestra mente que  en principio calmada, se vuelve agitada.
Al agitarse nuestra mente, nuestra visión se altera y todo lo que vemos estará distorsionado. Es como mirar un objeto a través de un cristal. Si el cristal está limpio, lo veremos limpio, si está coloreado, lo veremos coloreado, y si está sucio…
Todos podemos controlar nuestros pensamientos, si apartamos lo negativo de ellos.
Si dejamos de mirar con la visión del ego, ya empezamos a tomar las riendas.
Que así sea!   © jose luis iglesias ros

El Maestro y la Tarta.

—Querido maestro preguntó un discípulo: Cuándo vamos a alcanzar la sabiduría?
Amado discípulo, la pregunta correcta es: Estamos dispuestos a buscar y poner, dentro de nosotros, todos los ingredientes que tenemos para realizarla? rectificó el maestro con dulzura, causando risa en otros discípulos, que fue prontamente notada por el maestro, que cuestiona:
Qué os ha causado esa risa, amados discípulos?
Querido maestro —explicó un discípulo—: es que parece que estamos hablando de la receta de una tarta, con eso de ingredientes…
—Y efectivamente así es! confirmó el maestro, satisfecho de la conclusión.
«Pero no la receta de una tarta cualquiera. Una tarta lo puede hacer cualquiera.
«Qué se necesita para hacer una tarta? Hay algunos ingredientes básicos, tal como harina de trigo, huevos, mantequilla, agua, levadura, extracto de sabores y azúcar todo es naturaleza.
«Luego de mezclar los ingredientes en un molde, estos serán cocidos al horno, a alta temperatura. Si no tienes todos los ingredientes, puedes comprar los que te faltan, o todos ellos, en la tienda de al lado.
«Al decir la cantidad exacta de cada ingrediente, y la forma de mezclarlos y cocerlos, todos llegarán a la tarta perfecta, hasta un niño tiene esa capacidad.
«El relleno y la ornamentación van a definir para qué servirá la tarta: si para un cumpleaños, una fiesta entre amigos, etc. Según el gusto de cada uno, le agradará más o menos, quizás incluso, algunos puedan rechazarla.

«Para la tarta de la sabiduría, también hay algunos ingredientes básicos, como puede ser la paciencia, la dedicación, la fe, el amor universal, el conocimiento o el desapego, entre otros.
«Aquí, los ingredientes no se mezclan, sino que se correlacionan, pero mantienen su esencia y efecto particular que será percibido cuando uno la deguste.
«El molde también es único. Ningún molde servirá para retener esa sabiduría sino el molde de uno mismo, porque, diferentemente de la tarta, el que fue cocido, previamente, fue el molde y no los ingredientes que necesitan estar en su estado puro para que lleguen a ocupar perfectamente el molde. Diferente también es que si uno no busca y no encuentra estos ingredientes, no los puede comprar en cualquier tienda, pues son ingredientes únicos, hechos a la medida de cada individualidad.
 «No se necesita relleno ni ornamento y lo que la define como especial es que sirve para todos y a todo momento. Ella tiene y mantiene su propio atractivo. El decorado de la tarta se visualiza en la cara de los que la comparten.
«Tampoco hay cantidad exacta de estos ingredientes, porque ellos varían de acuerdo con el molde y del tiempo de cocción de éste. Sin embargo, si buscas los ingredientes y los encuentra —en mayor o menor medida no importa—, llegarás a realizar la tarta, y esta será perfecta. Perfecta para ti y curiosamente perfecta para todos.
«Ahora bien, la verdadera diferencia es de que no la disfrutarás tú solo, sino todos.

«Jamás se acabará, porque ella se llenará de sí misma en la medida que la compartes. «Y cuando la compartes, estás regalando algún de estos preciados ingredientes a quien los necesite, pero nadie, nunca, podrá rechazar de probar un poco de ella…

Quién no le gusta una tarta? Pero para que salga buena, tenemos que elegir bien los ingredientes y mimarlos con amor. Luego es compartir, servir y ver el decorado de la tarta en la felicidad de los que la reciben.
Que así sea!   ©   jose luis iglesias ros

lunes, 24 de febrero de 2014

El Maestro y el Camino I.

—Querido maestro —expuso una duda el discípulo—: en mi camino espiritual, yo sé con quién voy, pero no se todavía a dónde voy.
—Amado discípulo —dijo el maestro—: es porque todavía no has hecho las preguntas correctas.
—Las preguntas correctas? —indagó el discípulo.
—Exacto! —afirmó el maestro. Deberías contestarte a ti mismo las tres preguntas existenciales básicas:
—Quién soy?
—A dónde voy?
—Con quién voy?
«Pero en ese orden.
«Ese orden te libera del peligro de ir con alguien que no sabe a dónde va o, de definirte a ti mismo a partir de con quién estás. Y tu camino no lo puedes decidir si no sabes quién eres.
«Por la mañana deberías de hacerte la pregunta: Quién soy?
«Cuando el aire es fresco en ese tiempo, y las flores empiezan su despertar, deberías acompañarlas a ese nacimiento, regado por el rocío de la noche, de una noche anterior que ha sido el regalo de otros días ya vividos.
«Saber quién es implica en ser verdadero, aceptar con coraje la verdad tal y como ella es, sin mentiras ni engaños, sin expectativas, mirar con tus propios ojos, no con aquellos que piden o necesitan aprobación, amar con tu propio corazón, no con el amor que imaginas que el otro quiere o necesite y corriendo los riesgos de dejar ir, pero que, quedando, lo hacen porque así lo desean.
«Por la tarde deberías hacerte la pregunta: A dónde voy?
«Cuál es mi camino, ahora que ya se quién soy? El viento de la primavera esparce las semillas para las nuevas flores del mañana. Deberías seguir ese mismo viento, porque ya sabiendo quién eres, no te dejas más guiar por las suaves brisas que, muchas veces, son el prenuncio de un terral. Has escogido tu camino en base de la verdad que dicta tu corazón y la coherencia interior te fortalece.
«Por la noche deberías de hacerte la pregunta: Con quién voy?

«Ahora que ya se quién soy, ya se a dónde voy, necesito conocer a alguien con quien ir, pero no a alguien cualquiera, sino a alguien que, como yo, ya sabe quién es y ya sabe a dónde va. Si llego a encontrar a esa persona, encontraré también la coherencia en ella, sabré sentir su despertar en las flores que acompañan la verdad de sus ojos, sabré sentir el viento que acompaña la verdad en sus palabras. Y si no llego a encontrar a nadie, todavía así mi noche será bella y si, en algún momento, llego a entristecerme, no será por no tener con quien ir, sino porque habrá alguien que, como yo, tampoco tiene con quien ir y esas dos bellezas serán aplazadas en el tiempo…

La vida es corta. Tan corta como resume el día: mañana, tarde y noche.
Las preguntas son cortas. Tan cortas como: Quién soy? A dónde voy? Con quién voy?
El vivir, en todo caso, será tan largo cuanto te involucres en tu vida y en las respuestas a tus preguntas.
Que así sea!   © jose luis iglesias ros

domingo, 23 de febrero de 2014

El Maestro y el Caballo.

El maestro había sido invitado a un encuentro de maestros en una ciudad no muy cercana.
Resolvió llevar a cinco de sus discípulos en un carro de caballos, porque deberían llegar en buenas condiciones físicas al encuentro.
Por la mañana temprano todos ya habían despertado y dispuestos a ponerse en marcha.
Conduce tú, querido discípulo. pidió el maestro a uno de los discípulos.
El maestro iba disfrutando del paisaje y compartiendo pensamientos con todos los acompañantes. De repente el carro se detiene al lado de una ribera y el maestro observa al caballo beber de aquél agua. Luego, siguen su camino. Al poco rato, nuevamente el carro se detiene al lado de un árbol de manzanas y el maestro observa al caballo deleitarse con aquella manzana.
Querido discípulo, debemos apresurarnos. dijo el maestro en
tono tranquilo.
Sí, querido maestro. —Confirmó el discípulo al tiempo que soltaba el látigo al aire.
Al llegar a una vasta llanura, toda ella estaba cubierta de una vegetación espectacular y muchas, muchas flores. Este hecho no pasaría inadvertido por ninguno de ellos, incluso para el caballo, que se detuvo para oler y mordisquear aquellas hermosas flores.
Querido discípulo, ahora que estamos cerca, conduciré yo el caballo. Solicitó el maestro, agradeciendo al discípulo por el trayecto recorrido y aprovechando el hecho del caballo haberse parado.
El poco camino que quedaba fue recorrido sin mayores percances, llegando todos a su destino. Al bajarse todos, dijo el maestro:
Habéis disfrutado del viaje?
Sí, maestro. Fue placentero. comenta un alumno.
A mí también, excepto las muchas paradas que fuimos obligados a hacer. Dijo otro, mostrándose un poco menos afable.
Tuve que parar por culpa del caballo. Dijo el que había conducido la carreta, disculpándose y al mismo tiempo exonerándose de toda culpa.
El maestro, atento al desarrollo de la conversación, decide intervenir:
La obligación es una forma de esclavitud. Si nos dejamos esclavizar, perdemos nuestra identidad:
»Imaginemos que somos un todo compuesto de cuerpo, mente, inteligencia y sentidos. El cuerpo reacciona según los sentidos, que a su vez son percibidos por la mente, que quiere que les satisfaga, y la inteligencia entra para establecer las prioridades.
»Imaginemos un caballo salvaje e imaginemos un carro de caballos.
»El cuerpo es el carro que está atado al caballo que son los sentidos. La inteligencia es el carretero, que conduce el carro a través del caballo. La mente es la rienda, que controla al caballo, a través del carretero. El carretero, que es la inteligencia, lleva la rienda que es la mente, para controlar al caballo.
»Imagina ahora que dejas al caballo galopar sin rienda ni carretero que lo controle o le guie. El viaje promete no ser nada agradable ni seguro, no es cierto?
Sí maestro! Concordaron todos los discípulos, reflexionando sobre el viaje.
El caballo estaba bien alimentado continuó el maestro, pero su mente deseó beber, comer, oler y no sabemos qué más. Buscó satisfacer sus deseos sin importar la tarea que le habían asignado.
»No debemos dejar que esto nos pase. Debemos controlar nuestra mente y no que ella nos controle. Si no alimentamos nuestros deseos, ellos se desvanecerán con el tiempo, y una mente que no desea, es una mente tranquila.

No debemos hacer esperar a nuestros anfitriones, a menos que queráis echar la culpa al caballo… concluyó el maestro.

El deber de la mente es desear, como respuesta a los estímulos de los sentidos.
Los sentidos estimulan, la mente desea y manda al cuerpo que le satisfaga, y mientras no lo hace, estará perturbada así de simple. El resultado, al final, será sufrimiento. Cuando eliminas los deseos que te llevan a la satisfacción del ego, tu mente reposa en la más absoluta paz.
Que así sea!    © jose luis iglesias ros

El Maestro y la Voz.

—Buenos días queridos discípulos! saludó el maestro.
Buenos días maestro! respondieron los alumnos al unísono.
Hoy les propongo que hagamos una oración. Será parte de un ejercicio. Primero la haremos interiormente, dentro de nuestros corazones. Luego, el que haya terminado, lo hará en público, como si estuviera solo en esta clase, y todos harán lo mismo.
Y así empezaron a orar. El silencio era inmaculado. La paz también reinaba en aquella sala y en las facciones de todos.
Pasados unos momentos, empieza a escucharse la voz de un alumno en su oración. Luego otro, que intentó coger el ritmo del primero, y luego otro, que ya iba muy retrasado, y otro, y más otro… Lo que, en principio era una oración, pasó a ser un vocerío típico de un mercado.
Parad! interfirió el maestro, haciendo con que la paz recobrara su lugar y fuerza.
Habéis seguido correctamente lo que os he pedido. Muchas gracias! felicitó el maestro.
Pero qué podemos concluir de este ejercicio? cuestionó el maestro.
Nuestras voces se han interpuesto y no podíamos escucharnos. dijo el más audaz.
—Hemos perdido nuestra paz. —comentó otro.
—Maestro, yo no he podido ni siquiera iniciar mi oración. —dijo un tercero, disculpándose frente al maestro.
—Muy bien! Todos han experimentado que algo tan poderoso, como es la oración, puede perder su fuerza sino la hacemos con el corazón. También sucede con nuestros pensamientos en la mente. Si dejamos que ellos nos “griten”, nos estaremos alejando de nuestros corazones.
»Nuestros pensamientos se interponen unos a otros, porque quieren tener la prioridad, y si a tu mente no la educas de que tú eres el verdadero maestro, perderás tu paz.

—Recordad que cuando puedas callar a tu mente, tu voz interior se hará más elocuente.

Cuántas veces nos hemos pillado hablando con nosotros mismos, sobre cosas que tenemos que hacer, resolver o hasta mismo postergar? Y cuántas veces estamos envueltos en nuestros pensamientos sin darnos siquiera cuenta?
Todos estos pensamientos o “voces” están ahí, ocupando un espacio que, quizás, sería mejor aprovechado por otra clase de pensamientos. Todo que dejas de usar por un cierto tiempo, desaparece de tu mente. Así que, si cultivas buenos pensamientos, alejados del ego yo, mí, mío, los pensamientos no tan buenos también desaparecerán.
Que así sea!   © jose luis iglesias ros