Retoman
entonces, maestro y discípulos, su camino en la carretera. Habiendo andado ya algunos kilómetros, de la
misma forma inesperada, se acerca otro viandante que se dirige al maestro:
—Perdona la
interrupción —dijo
el viandante al maestro—:
no pude dejar de notar la armonía que existe en todo el grupo. Os venía
observando desde cuando parasteis a hablar con un conocido mío, poco tiempo
atrás.
—Ah, sí, entonces sois
conocidos? —mostró
interés el maestro.
—Sí, estamos en el mismo
Ashram, con el mismo maestro —contestó
el viandante.
—Cuéntame más querido viandante —pidió el maestro—: cómo son los discípulos de tu escuela?
—Cuéntame más querido viandante —pidió el maestro—: cómo son los discípulos de tu escuela?
—Bueno —explicó el viandante—:
muchos hacen el esfuerzo de no ser individualistas, de no ser arrogantes y
muchos se esfuerzan, igualmente, en no criticar al maestro e intentan
demonstrar estar contentos, aunque no lo consiguen.
—Lamento
oírlo, querido viandante, pero aquí también encontrarás más de lo mismo.
—Puede que
sí, Sr. Maestro —dijo
el viandante—: si lo
dice un maestro yo debería de creerlo. Sin embargo, no es lo que me dijo el
corazón al notar la armonía de su grupo y por eso me he acercado a intentar el
honor de ser tu discípulo. Perdona, no volverá a pasar —concluyó el viandante.
—Quizás
tengas razón —dijo
el maestro—: si lo
dice tu corazón, yo también debería de creerlo. Y en verdad lo creo, porque lo
que has dicho de tus compañeros del Ashram, fueron solo palabras para explicar
lo que veías, pero no estaban cargadas de sentimientos negativos.
—Si aún lo
deseas —comentó el
maestro—, sería un
honor tenerte como discípulo.
Y todos
acabaron por felicitar al viandante, ahora nuevo discípulo, incluso bromeando: —“Bienvenido
manzana”, causando risas de todos y sin que él se enterara de lo que trataba, simplemente
sonreía, cuando el maestro interrumpe aprovechando la broma:
«Amados discípulos:
ahora nos encontramos con otra manzana, ,también en mal estado, pero no está
oxidada, solo está magullada debido a los golpes que recibió. Puede que si la
ponemos en el bol de manzanas, nadie se la quiera comer, pero es solo
apariencia, sin embargo conserva su esencia. En éste caso, si la usamos para un
dulce, será más apreciada, incluso, que las manzanas en buen estado.
«El
discípulo deseaba, con amor, un nuevo maestro, un nuevo camino, y el maestro
también deseaba poder compartir, con amor, todo el conocimiento.
«Eso demuestra
que el amor verdadero atrae más de sí mismo, más de su esencia, más de aquello
que puedes salvar.
Y al final,
todos siguieron el camino, felices. El maestro por tener un discípulo más —su secreto mejor guardado— y los discípulos, por un
amigo más.
Cuando te
acercas con amor, sin interferencia del ego, tus secretos más guardados toman
forma. La forma contiene la esencia de lo que fue construido.
Que así
sea! ©
jose luis iglesias ros
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