El maestro estaba viajando solo por
una carretera, volviendo de un encuentro con otros maestros, cuando es impedido
de seguir por un hombre:
—Oye, tú! Dame todo lo que llevas.
El maestro, entonces, responde
calmadamente: —Lo siento, buen hombre, no llevo nada encima.
—Buen hombre? No ves que soy un
asaltante? –respondió intentando mostrar aspereza.
—Tú me dices que eres
un asaltante, pero por
encima de todo, no pudo dejar de ver que también eres un buen hombre —replicó el maestro.
Desconcertado, este hombre se marcha
a casa sin percatarse de que le seguía el maestro.
Al día siguiente, el maestro resuelve
volver al mismo lugar, esperando encontrar al asaltante, pero de ésta vez
llevaba un cesto con frutas.
—Tú otra vez! Espero que hoy tengas algo para darme —inquirió el asaltante.
—No
es mucho lo que tengo, buen hombre —dijo el maestro—, ofreciendo el cesto con
frutas.
—Otra
vez con el de “buen hombre” —murmuró el asaltante, al tiempo que cogía el cesto
y se marchaba sin mediar palabra.
El
maestro, contento, toma el camino a casa, pero tal como lo había hecho con el
asaltante, este le sigue sin que el maestro se percatara.
Al
tercer día vuelve el maestro a encontrarse en el mismo lugar, cuando observa
que el asaltante está arrodillado y, al mismo tiempo, es observado por este que
le dice:
—Perdóname!
Usted sí que es un buen hombre! Estoy avergonzado! Quiero confesar que ayer le
he seguido, y he podido ver que vives muy humildemente y no tiene más suerte de
la que pueda tener yo, sin embargo le he ofendido con mi actitud.
—Bien
sé la suerte que puedes tener, amigo y buen hombre —dijo
el maestro—, porque yo también le he seguido
hasta su casa y he visto cómo hablabas a tu mujer y a tus hijos, cómo les
explicaba tu dolor por hacer lo que haces, cómo les reconocía con humildad que
cada vez que haces eso, cada vez que le quitas algo a alguien también te quitas
a ti mismo la tranquilidad y la paz, reconoces el tamaño de tu cruz pero no
culpas al universo de tu infortunio, y la suerte de ellos, a pesar de tu
conducta, es contar con el amor que les tienes, esto sí es ser un buen hombre.
Y
así es como ambos acabaron por regalar los cestos de frutas que habían traído,
uno para el otro…
Por detrás de cada acto en sí, existe
una razón, un motivo. Este puede ser noble o mezquino. Si juzgamos el acto en
sí, es como culpar a los pies por los pasos que uno camina. Brindar al corazón
el arte de mirar te hará ver una realidad oculta.
Que así sea! © jose luis iglesias ros
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