Solo la delicadeza de una lágrima, brotada de la emoción que causaron en ti mis palabras,
es suficiente para llenar mi corazón. Corazón que siente el frío, el calor, el clamor, el olvido de lo vivido y al mismo tiempo creyéndose egoísta por tener en posesión esa lágrima derramada por tu corazón.
Mi corazón también se siente celoso de ella, por la caricia provocada en tu cara, rozándote los labios, y que se hizo tan bella que solo tu alma podría reflejarse en ella.
También la ama, porque en esas lágrimas que iluminaron tus ojos están encerradas pasiones, deseos, sueños, amores y desdichas, felicidad y tristeza, pero sobretodo, tú esencia.
Lagrima causada por otras lágrimas derramadas en silencio, lágrimas que no sonaran al caer, porque cayeron en el vacio de mi soledad —la que existía cuando no te conocía.
En el vacío de unas lágrimas que lloran por no encontrarse con las tuyas, y que, poco a poco, se van secando, dejando amarga huella en el alma.
Pero, aún y así, mi corazón se siente afortunado por ese más bello tesoro jamás creado, y orgulloso de saber de su existencia, como orgulloso es el padre al ver su hijo ya hombre, como orgulloso se siente el veloz corredor cuando oye sonar el himno en su honor.
Culpable…por no poder mostrar tan hermosa maravilla al mundo, porque es frágil como flor que marchita al final de tarde, fugaz como estrella cadente en noche de verano, y tan delicada como las flores que existen en el jardín de tus labios.
Cómo algo tan frágil puede hacer temblar el más fuerte de los corazones?
Cómo algo tan delicado puede hacer que desvanezca ante ella la pesada mano del verdugo?
Cómo algo tan simple puede turbar la más pura de las miradas?
Yo solo puedo aceptar que, por la lágrima que dejaste caer, y que hizo tú corazón vibrar, vibra hoy el mío, que se siente puro y libre, contagiado por el reflejo puro y libre de tu esencia…
¿Cuántas lágrimas ya ha derramado el mundo? ¿Cuántas de ellas fueron en silencio? ¿Cuántas de ellas las hemos causado?
Puedo imaginar que la infinita sabiduría, por ello, creó el mar muerto…
Es la más íntima expresión de sentimiento, eso sin duda, y no solo de tristeza, pero de alegría, afortunadamente. Es el momento en que nos encontramos frente a frente con nuestro ser más interior, la más pura esencia, sin tabúes, sin perjuicios, sin egoísmo; el momento en que nos reconciliamos con nosotros mismos, ofrecemos y aceptamos el perdón.
Que nuestra dicha repose solamente en las lágrimas de alegría que seamos capaces de generar y que el amor esté presente en todas ellas.
Que así sea! © jose luis iglesias ros
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