Estaba el
maestro ofreciendo una de sus clases y los discípulos todos atentos a sus
enseñanzas.
Llegado
cierto momento se retira por unos minutos y vuelve portando una pequeña caja en
sus manos, aprovechando para preguntarles:
“En que me diferencio de
aquél que se fue hace unos minutos del que está ahora delante de vosotros?”
Un discípulo
le contesta: —Que
ahora traéis una caja en las manos.
Y todos
empezaron a reírse de la obviedad de la respuesta, incluso el maestro.
—Tu intención maestro, —le responde otro— y la caja es simplemente
lo no sutil, la materia densa que, puede o no, servir para cumplir tu intención
y no será aquella que merecerá nuestra debida atención.
—Muy bien, querido
discípulo —le dice
el maestro, siguiendo con la enseñanza:
“Recordad
que muchas veces sería preferible que vuestros ojos estuvieran enfermos, porque
seríais obligados a ver a través del corazón.”
—Ahora les pregunto qué
puede haber en esta caja?
—El que me conceda la
respuesta correcta ganará lo que hay en su interior y el que se equivoque
tendrá que irse de la clase.
—Les daré algunas
indicaciones: se constituye de tres elementos en uno solo, pero ninguno
existiría sin la existencia de un cuarto elemento, que ya no existe y que es la
madre de éste al mismo tiempo. A los cristianos les recuerda la resurrección y
se considera símbolo de fertilidad. Suele encontrarse en los nidos de las aves.
Todos creían
ya haber encontrado la respuesta, pero acabaron acordándose de las risas
anteriores, causadas por la obviedad de la respuesta y ésta, parecía ser
igualmente obvia, por ello no planeaban arriesgarse a ser motivo de risas. Además, no querían tener que dejar la clase y
que todos les mirasen.
—Vamos, discípulos,
decidme qué puede haber en ésta caja?
—Os veo muy callados, veo
la respuesta en vuestros corazones, pero no me sirve verla de esa forma.
Mientras vosotros mismos no la veáis con la suficiente claridad como para
expresarla, ignorando todo que pueda pasar alrededor tuyo, seguiréis en vuestra
propia oscuridad.
—Un huevo! Esto es lo que
hay en ésta caja, y vosotros sabéis esto! Sin embargo os habéis dejado conducir
por el camino del miedo, de la falta de fe en vosotros mismos, por no escuchar
a vuestros corazones, o guiados por aquello de “qué pensarán los demás?”.
—Recordad
que en la vida habéis de encontrar miles de cajas, miles de puertas, miles de
caminos, y tus ojos de poco servirán en tus elecciones, solo tu corazón, por
ello lo debes entrenar a percibir las sutilezas de todas las cosas, solo así estarás
preparado a elegir y a descubrir y a disfrutar de todos los regalos contenidos
en esas cajas.
Cuando el
discípulo está preparado, llega el maestro. Todos, como verdaderos candidatos a
discípulos, deberíamos “robar” un pequeño tiempo de aquél que tenemos asignado
como “cosas importantes”, para dedicarlo a lo que realmente es importante: Tú
mismo. Tómalo como ir al gimnasio, dedica a entrenar tu mente, tus pensamientos
y ejercita tu corazón siempre con amor.
Prepárate
para lo bueno de ésta misma vida.
Que así
sea! © jose luis iglesias ros
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