miércoles, 18 de junio de 2014

El Mono y la Vasija.


Dicen que los monos son animales difíciles de cazar, debido a que, además de ágiles en sus saltos casi acrobáticos, son muy listos.

Existe una historia antigua sobre cómo algunas tribus africanas usan de un peculiar método para cazar monos.

Eligen algunas vasijas de boca muy estrecha, atándolas a los troncos de los árboles frecuentados por los monos. Seguidamente introducen un plátano en la vasija y se marchan.

Los monos se acercan muy curiosos, mirando al interior de las vasijas. Al observar el plátano, meten la mano dentro de la vasija, agarrándolo. Como la boca de la vasija es muy estrecha, no hay otra forma de sacar la mano que soltando el plátano. Muchos lo hacen, pero otros tantos se niegan a hacerlo, y estos serán los capturados pelos nativos.

A veces, el hombre se comporta como el mono de la historia que no soltó el plátano. Está tan ensimismado con la ilusión de tener algo en las manos que no lo suelta, aunque esto signifique obtener su libertad…

Qué tipo de mono eres tú?


jueves, 5 de junio de 2014

El Sauce Llorón.


Cuenta una leyenda que en la cima de una enorme colina, se erguía un hermoso castillo.

Dentro de las fortificaciones del castillo, habitaban todas las clases de súbditos: los nobles, los comerciantes, los sirvientes, los artesanos y los pobres.

Un día, un niño plebeyo salió a las afueras de las fortificaciones del castillo para jugar y encontró, en una pradera cercana, un pequeño arbusto. Al ver lo solo e indefenso que se encontraba el arbusto, resolvió cuidarlo. Todos los días, con el pretexto de jugar afuera, cuidaba el arbusto regándolo y quitándole todas las hierbas malas de su alrededor.

Pasaron los años y el niño se convirtió en un joven alto y apuesto, así como el pequeño arbusto también se convirtió en un frondoso Sauce, con sus ramas largas y rectas apuntando hacia el sol y las hojas de un verde reluciente.

Lo que les unía, también había crecido – de la amistad al amor.

Cierto día hubo un incidente: le habían robado un cesto de frutas al comerciante y este fue a hablar con el sheriff que, inmediatamente mandó investigar. No tardaron en averiguar que el hecho lo había cometido el hijo de un conde. El sheriff sabía que no podía inculpar al hijo de un conde, entonces decide inculpar al pobre niño plebeyo como forma de dar ejemplo y mantener el orden. Lo llevan al rey y el niño plebeyo no es capaz de probar su inocencia, así que la sentencia es dictaminada:

—Veinte latigazos! Y solo podrás volver al castillo a la mañana siguiente de haber cumplido tu sentencia.

A la mañana siguiente salieron del castillo, el sheriff y el niño plebeyo, escoltado por dos guardias armados y un caballo que llevaba todos los enseres para cumplir la sentencia. Llegaron cerca del frondoso sauce cuando, sin que pudieran evitar, el caballo que llevaba los enseres se escapa en un vertiginoso galope. Tenían al niño, pero no podían hacer cumplir la sentencia sin aquellos enseres. Tampoco podían volver al castillo, pues el rey era muy estricto con el cumplir de sus sentencias. El sheriff entonces les ordena a los guardias que ataran al niño junto al sauce, usando de las ramas más blandas del árbol y al ver las otras más rígidas, las usarían como látigos. Y así se cumplió la sentencia.

El niño, atado y azotado por las mismas ramas del árbol que él mismo había cuidado.

Cumplida la sentencia, se marchan el sheriff y los dos guardias armados, dejando al niño atado al árbol.

A la mañana siguiente, retorna el sheriff para rescatar al niño de su cautividad, pero lo que encuentra era una escena totalmente distinta del día anterior. No había un frondoso sauce con sus ramas largas y rectas apuntando hacia el sol, ni las hojas eran de aquél verde reluciente. No estaba el niño atado a ese árbol.

Lo que se veía eran las ramas del árbol totalmente curvadas hacia el suelo, como se hace en señal de rendición o sumisión. Y, quizás, por el rocío de la noche, esas ramas parecían derramar lágrimas que caían en un pequeño arroyo que también, misteriosamente, había aparecido. Y la imagen del hijo del conde también apareció en su mente, junto a la imagen del niño injustamente inculpado y sentenciado. La imagen del niño parecía fundirse con el tronco del árbol, y el sheriff derramó, también, las mismas lágrimas que parecían derramar el sauce.

Desde entonces se cree que esta puede ser la leyenda del Sauce llorón, aunque lo que es verdaderamente cierto es que muchas veces, el propio hombre usa del amor para causar las heridas más profundas. El sauce amaba al niño, y a través de sus ramas, las habían usado para herirlo. Se pueden derramar lágrimas, como hicieron el sauce llorón o el sheriff, pero eso nunca puede desagraviar cualquier injusticia cometida.


© jose luis iglesias ros

miércoles, 21 de mayo de 2014

Si decides Escuchar...


Mucho se dice que saber escuchar es una virtud. Una virtud es una cualidad, o la disposición de obrar para el bien, ofreciendo lo mejor de uno mismo en beneficio de los demás.

El plan de Dios se establece sobre la virtud, y Él mismo es la Virtud.

Cuando alguien te busca para confiar un problema, lo que está verdaderamente haciendo es abrir un canal de comunicación o de comunión contigo. Este canal se forma desde la vía del interior y no a partir del intelecto. Por lo tanto, si intentas entender ese lenguaje a través de tu intelecto, podrás oír lo que te dicen, pero no estarás escuchando nada, porque son vías diferentes. Al mismo tiempo, tu intelecto estará influenciando tu conversación, añadiendo puntos de vista propios de este, con la intención de “entender” lo que la otra persona te está confiando.

Para saber escuchar debes coger la vía de tu interior, y recibir con amor ese canal que está siendo abierto para la comunión, y este es un regalo precioso.

Cuántas relaciones no terminan con esa reflexión: no has sabido escucharme!

Y las relaciones basadas en el intelecto sobreviven, hasta cierto modo, porque son, ambas, dirigidas por la mente, pero nunca podrán acceder a un estado evolutivo más allá de la propia mente.

Cuando decidas escuchar, hasta tu silencio podrá entenderse…


A todos nos gusta que nos presten atención, que nos escuchen, y esto solo es posible si hablamos el mismo lenguaje, el mismo canal de comunicación –comunión.
Cada cual es responsable por abrir su canal interior de comunicación y la energía fluye, y las palabras fluyen, hasta el silencio entre palabras fluye…

Que así sea! © jose luis iglesias ros

martes, 20 de mayo de 2014

El Árbol de Manzanas.


Había un hombre que soñaba con la manzana más dulce que pudiera existir, y que al morderla, el jugo le saliera por los labios dejando un rastro de felicidad en los ojos.

Sin pereza, el hombre se puso a plantar un manzano, mimándolo, regándolo o y cuidándolo con todo cuidado.

El manzano, mientras crecía, así lo sentía, y quería demonstrar al hombre lo agradecido que estaba de su cuidado y mimo. Le preparó una manzana única, que quiso protegerla de los pájaros, ocultándola detrás de muchas hojas.

Un día, el hombre observó que había muchas manzanas en el árbol, pero una y solo una, le llamó especial atención.

Se subió al frondoso árbol con mucha dificultad, pero cuando llegó a su destino, observó que la manzana que él tanto había ansiado provenía de una rama del manzano que su vecino había plantado y que se entrecruzó con el suyo.

Aunque decepcionado, escuchando su voz interior, bajó del árbol dejando allí el objeto de su deseo.

Sin embargo, eso no pasó desapercibido por el árbol, que se enorgulleció de la acción del hombre, pues así es la naturaleza.

Pasaron los días y el hombre siguió tentado a coger esa ansiada manzana, pero al final se resistió.

Un día le llamó su vecino y le trajo una preciosa manzana. El hombre, que conocía cada matiz de su ansiada manzana, llega a dudar si era ella o no. Sale corriendo y comprueba que no, y que seguía atada a la rama del otro árbol.

—He visto como admirabas a mi manzana, como subías al árbol, y como, decepcionado, bajabas de él sin cogerla, y eso es admirable —pronunció el vecino y continuó—: He visto, también, como crecía esta manzana que te traigo, que es tuya, que procede de tu árbol, pero que estaba oculta en medio de muchas hojas y por eso no la habías visto.

El hombre tomó la manzana y la mordió, como había soñado y deseado. Le corrió el jugo por los labios, como había soñado y deseado. Pero algo estaba pasando con su sueño. Había soñado y deseado que la felicidad se viera reflejada en sus ojos y no. Curiosamente veía felicidad en los ojos de su vecino.

Entonces comprendió que la verdadera felicidad la percibirás en los ojos del vecino, cuando eres capaz de entender y respetar su sueño…

jueves, 15 de mayo de 2014

La Máxima de Dios.


Cuenta una leyenda que, el mundo, al principio, era solamente en blanco y negro, y por lo tanto, lo que hoy conocemos como colores, no existían.

El blanco se sentía feliz, aunque era una felicidad fría y el negro era todo lo contrario, oscurecía todo a su alrededor. Además sentían que había una gran distancia entre ellos.

Dios, entonces, al observar que no estaban cumpliendo su máxima, resuelve llamarlos:

—Blanco y Negro, sois mis amados hijos y sois UNO conmigo, entonces debéis cumplir con mi mayor propósito en el mundo: la Unión. Le concederé más luz al blanco para que pueda brillar en ese propósito, si así decide hacerlo.

Respetuosamente, dejando de lado sus diferencias, cumplieron Su deseo y así nació el Gris.

El Gris llevaba los genes del blanco y del negro, así como también contaba con la ayuda de la luz divina. Fue creciendo y su presencia empezó a notarse en todo el mundo. Empezó a poblar, incluso, los cielos, llenándolos de nubes grisáceas.

Un día, ya mayor, el gris preguntó a sus padres el por qué de no haber tenido más hermanos, ya que ellos mismos le habían explicado la máxima de Dios: la Unión. Le resultaba contradictorio, porque él no tenía con quien unirse. Esa era la gran tristeza del gris. El blanco le explicó al gris que Dios le había dado dos posibilidades: reinar solo, en este mundo -lo que sería una actitud muy egoísta, o, unirse al negro, pero jamás volver a usar la luz divina para el mismo fin. El gris comprendió, entonces, cuál había sido la elección.

Muchas nubes pasaron y la tristeza del gris crecía con cada nube. Él no conseguía expresar su tristeza, debido a que, al final, era un simple gris, y los grises son así. Pero no hay tristeza que no derive en lagrimas, y estas llegaron, y estas le tomaron por entero, llenando todas sus nubes, y cayeron sobre el blanco con tal sentimiento que conmovió hasta al mismísimo Dios.

Dios, con la misma rapidez que percibe una conmoción, envía una bendición. No podía permitir a un hijo suyo permanecer en tristeza eterna, y le envió a este, la luz divina, pero con tal intensidad que llegó a ofuscar hasta el blanco más blanco.

Ninguna máxima de Dios puede ser desatendida. Y hubo lágrimas, y hubo luz divina, y hubo Unión! Y la unión, obedecida esta máxima, se vino a conocer como Arco-Iris. El mundo había ganado su colorido, debido al respeto a Su máxima, y los campos se volvieron verdes, y las flores multicolores, y la nieve blanca, y la noche oscura y el gris, este sí, ahora era feliz!

Desde entonces, cuando vemos que se forma un Arco-Iris en el horizonte, se cree que simplemente se está cumpliendo la máxima de Dios, con ayuda de la luz divina en Su bendita presencia.



La unión es respeto, es amor, es comprender el dolor ajeno como propio y así buscar para el otro, lo que estarías buscando para ti. Uno es con Dios, y Uno es también una divinidad –luz divina.

Que así sea! © jose luis iglesias ros

martes, 13 de mayo de 2014

Las Palabras del Sabio.


Cuenta una leyenda que había un reino que gozaba de alegría plena.

Esa alegría se podía sentir en cada flor, en cada mariposa que volaba y en las facciones de los súbditos, del rey, de la reina, y de toda la corte.

Pero un día, sin que pudieran imaginar que este llegaría, una nube gris apareció en el cielo de aquél reino. En semblante del rey acusó el gris de esa nube y como un efecto cascada, a todos del reino, inclusive las flores y las mariposas fueron degradando su colorido.

De manera urgente, llamaron a un sabio del reino vecino, ya que, incluso el mismo sabio del reino se había vuelto gris.

Al llegar al encuentro del rey, el sabio se interesa por su estado.

El rey, sin encontrar palabras, solo consigue expresar su color grisáceo.

Inmediatamente, desde su atuendo morado, el sabio saca un aparato parecido a un termómetro, y que el rey no identifica como nada conocido. El sabio, al observar ese interrogante en el rey, decide aclarar:

—No os preocupéis, majestad! Es mi “detector de alegría” y es totalmente inocuo. Con él puedo conocer sus niveles de paz y alegría interiores.

El sabio, acercando el detector al corazón del rey, comprueba que sus niveles de paz-alegría estaban a nivel crítico. Se acerca, entonces, al oído del rey y pronuncia algunas palabras que hacen con que, inmediatamente, el rey recobre su alegría. El mismo efecto cascada se produce y todos del reino, flores, mariposas, reina, súbditos, y hasta el sabio del reino, vuelven a recobrar la alegría.

El sabio del reino quiso saber qué le había dicho al rey para “curarlo”, y este se lo repite al oído:

«Yo te amo, y eres la persona más importante de todos los reinos. Sin ti no hay color, ni gloria, ni gracia. Mi alegría no depende de la tuya, pero si decides que ella es importante para ti, tanto cuanto lo es para mí, ella mismo se hará manifestar en ti mismo.»

Desde entonces se cree que, cuando una persona está alegre, simplemente es que el sabio interior le está diciendo estas mismas palabras al oído.



Todos, tenemos en nuestro interior, “el detector de alegría” y un sabio. Si dejas que el sabio compruebe tus niveles de alegría, él mismo sabrá si necesitas oír sus palabras.

Que así sea! © jose luis iglesias ros

lunes, 12 de mayo de 2014

La Planta de la Suerte.


Cuenta una leyenda que, hace mucho tiempo, había un reino de lo más común.

El rey, la reina, incluso la princesa, eran de lo más común. Las plantas, flores, los súbditos, los animales, todo, era de lo más común.

Un día, el Rey propuso un reto, y por ser de lo más común, usando de las palabras más comunes, casi nadie prestó mucha atención, excepto un joven, cuya apariencia también era de lo más común.

El reto consistía en que el primer súbdito que trajera algo muy original, fuera de lo común, podría proponer casamiento a la princesa.

El joven, que ya se había enamorado de la princesa, como es común, fue en la búsqueda de un sabio, muy común en aquél reino.

El sabio, entonces, le dio unas semillas de una planta de lo más común. No era una rosa negra, ni una orquídea fantasma. Al entregar las semillas al joven, le dijo:

—Estas semillas son de lo más común. Sin embargo, debes plantarlas de una forma muy especial, tratándolas con cariño, y creyendo que tu sueño de amor se realizará. Hágalo solamente en la noche anterior a su entrega al rey.

Por ser una planta común, el joven podría desanimarse, como es común, sin embargo siguió el consejo del sabio. En la noche anterior del día pactado, plantó la semilla común, pero su corazón estaba lleno de esperanza, fe y amor.

Algunos se habían presentado frente al rey con sus plantas, flores, incluso árboles, pero todas ellas eran de lo más común.

Al presentarse el joven, éste destapó cuidadosamente la simple planta, frente al rey y a la princesa.

El rey exclamó entonces:

—Si es un simple trébol!

Aquella exclamación llamó la atención de la princesa que observó cuidadosamente la simple planta.

—No, papá —interrumpió la princesa—, no es un simple trébol, este es especial, míralo!

En efecto, el rey observó que no era un simple trébol de tres hojas, sino que había cuatro hojas en cada tallo de la simple planta.

Fue un acontecimiento extraordinario, en aquél reino de lo más común y el joven y la princesa, enamorados, se casaron y como es común, fueron felices para siempre…

Desde entonces, se cree que la suerte es simplemente una planta que cultivamos en el corazón que vive con esperanza, fe y amor.

Dentro de cada uno existe algo muy especial y único. Si dejamos que florezca, seremos reyes de todos los reinos. Que así sea! © jose luis iglesias ros

viernes, 9 de mayo de 2014

El Colorido de la Vida.


Cuenta la leyenda que el mundo, al principio, estaba poblado de flores.

Todos los campos estaban llenos de un colorido que representaba la armonía de Dios.

El viento, por mandato de Dios, era el responsable por esparcir las semillas y cruzaba todos los rincones del mundo en la procura de semillas. Las flores estaban muy orgullosas del don que Dios les había concedido –su colorido; sin embargo, cuando el viento las esparcía, las flores notaban que las semillas eran solo polvo blanco y se preguntaban: cómo, con el exquisito colorido que tenemos, nuestras semillas son simplemente blancas?

Resolvieron, las flores entonces, llevar esta pregunta a Dios, y Él les contestó:

—Amadas flores, vuestro colorido representa el colorido de la vida, cómo ella debe ser observada y cómo ella debe ser presentada frente a todo lo que les ocurra. Llueva, amanezca, oscurezca, o si el propio viento las azote, vuestro colorido debe permanecer. El blanco de las semillas representa vuestra pureza, el inicio y la fusión del colorido, pues sois UNO conmigo y con toda la naturaleza. Sin embargo, hay algo que puedo hacer: a partir de hoy seréis testigos de vuestra propia hermosura, siempre que mantengáis los ojos bien abiertos.

Y fue así como Dios creó la mariposa, que vuela entre los campos coloridos, esparciendo la belleza, tal como hacía y sigue haciendo el viento.

Desde entonces, cuando se ve una mariposa volando, se cree que simplemente cumple el mandato de Dios, esparciendo pureza en el colorido de la vida.


© jose luis iglesias ros

jueves, 8 de mayo de 2014

El Llamado de Dios.

Cuenta la leyenda que el mundo, al principio, estaba poblado de insectos.

La cantidad y diversidad era impresionante, y Dios resolvió llamarlos a todos para clasificarlos y así poner un poco de orden en ese reino.

Todos se pusieron en marcha para acudir al llamado de Dios, de todas partes del mundo, usando los medios con que contaban. Debido a la cantidad, llegó un momento que empezaron a amontonarse y golpearse unos a otros, retrasándose. Con la llegada de la noche, muchos de ellos ya se habían perdido, incluso algunos insectos estaban perdiendo su sentido de orientación.

Dios, usando de su benevolencia, reconoció el infortunio que estaban teniendo por acudir a su llamado y resolvió ayudarlos. Entonces escogió a un insecto y lo dotó de una fuente de luz. Ese insecto pasó a llamarse Luciérnaga, y su tarea era guiar, a través de su luz y durante la noche, a todos los insectos.

El llamado de Dios se había cumplido y así el orden en el reino de los insectos fue establecido.

Desde entonces, cuando observas que eres atraído por algo hermoso, como si de una luz se tratara, o ves algún insecto que busca, de forma desesperada, una fuente de luz, se cree que simplemente se está atendiendo a un llamado de Dios.


Todo puede ser un llamado de Dios, solo debes prestar especial atención a lo que tus ojos pueden observar en esa luz imaginaria a la que muchas veces nos sentimos atraídos.
©  jose luis iglesias ros

miércoles, 7 de mayo de 2014

El Maestro y el Vehículo.


—Querido maestro: si no somos el cuerpo, qué es el cuerpo?

—Amados —dijo el maestro—: Efectivamente no somos el cuerpo, ni somos la mente. Somos conciencia cósmica divina, que es energía y es poder.

«El cuerpo es simplemente un vehículo. La mente es el conductor de ese vehículo, y tú eres solo el propietario de ese vehículo.

«El vehículo tiene siempre el motor funcionando en ralentí, que es la respiración. Cuando el motor se estropea, simplemente deja de funcionar, como el cuerpo dejará de vivir si dejas de respirar.

«Vamos a ver qué similitudes hay entre los dos:

«Necesitas el vehículo para desplazarte a donde quieras ir y eso te da libertad. Necesitas abastecer de combustible, sino, no llegarás lejos. Cuando estás circulando, siempre cuidas de no tener percances, pero si te pincha una rueda, la arreglas y listo. Si das un golpe, lo llevas al taller, pero mientras lo arreglan el conductor se ocupa de otras actividades. Necesitas cuidar del vehículo, de su mantenimiento, y como no, de su limpieza. Necesitas respetar las leyes de tráfico, sino ocurrirán sanciones a que vas a tener que hacer frente. El vehículo elimina los gases del motor, a través de un sistema inteligente, pero el conductor no los percibe ni tampoco los afecta. El conductor, ciertamente, es el que deberá observar todos estos cuidados.

«Necesitas el cuerpo para desplazarte y así tienes libertad. Necesitas alimentarte. Evitas las situaciones peligrosas, pero si surgen, las procura remediar. Si tuerces un tobillo o una muñeca, o lo que sea, buscas a un medico hasta curar por completo. Aseas el cuerpo, lo limpias y lo mantienes. Cuidas de respetar a otros cuerpos y no tener problemas que enfrentar. El cuerpo también produce gases y otras cosas, pero no hay olor dentro del cuerpo, debido a que hay pureza en él. Lo que no se aprovecha, será eliminado de esa forma.

«El propietario sabe que, cuando el vehículo esté muy estropeado, será reemplazado por otro, pero no llora por ello y no se inquieta.

«La mente es un conductor novel, así que el propietario intenta que tenga más conocimiento de su labor, pues es su deber controlarla.

«Ahora bien, si el conductor se cree que es el propio vehículo, sufrirá todas las consecuencias de lo que pueda afectar al vehículo y si el conductor siente que está apegado al coche, pasará de igual forma —aunque esté muy estropeado, no querrá librarse de él y sufrirá.

«No seas el vehículo y no seas el conductor. Sé y ejerza siempre de propietario, y así mantendrá tu paz.



Si te confundes en el tráfico, darás vueltas y más vueltas, hasta llegar al destino.
Meditar sobre la ruta, antes de iniciar el viaje, lo hará más placentero.
Que así sea! © jose luis iglesias ros

martes, 6 de mayo de 2014

La Estrella Fugaz.


Cuenta la leyenda que el mundo, al principio, era una gran bola de agua y la habitaban solo los animales marinos. El fondo de los mares y océanos estaba plagado de estrellas de mar, formando un tapiz multicolor que fascinaba hasta el mismísimo Dios que lo creó. Ese espectáculo cambiaba durante el día, en la medida que el sol cambiaba de posición y las estrellas de mar también estaban fascinadas por cómo eran parte de esa belleza.

Sin embargo, cuando llegaba la noche y el sol dejaba paso a la luna, la noche era muy oscura y ya no se podía ver ese espectáculo. Dios entonces pensó que sería maravilloso poder ver ese mismo espectáculo durante la noche y determinó que las estrellas de mar se fueran al cielo, a formar ese mismo tapiz y así surgieron las constelaciones de estrellas. Algunas de ellas no estaban de acuerdo con la determinación de Dios, y usando del libre albedrío, se quedaron en su mismo océano o mar, como agarrados a la falda de su madre agua.

Durante mucho tiempo, tanto las estrellas de mar, como las estrellas del firmamento, estaban muy contentas del espectáculo que formaban, tanto en el mar como en el cielo, pero, y siempre existe un pero, también existe una cosa que se llama nostalgia. Las estrellas del firmamento empezaban a echar de menos a su madre agua, y la primera de ellas, lanzándose en su búsqueda, se le llamó estrella fugaz.

Desde entonces, cuando se observa a una estrella fugaz en el cielo, se cree que es el hijo que, simplemente, vuelve a casa, en los brazos de su madre.


©  jose luis iglesias ros

miércoles, 30 de abril de 2014

El Maestro y el Tiempo.


—Querido maestro, por cuánto tiempo debo estudiar las Sagradas Escrituras?

—Por algún tiempo más —contestó el maestro.

—Y por cuánto tiempo debo practicar las enseñanzas? —insistió el discípulo.

—También por un tiempo más —reiteró el maestro al mismo tiempo.

—Y por cuánto tiempo debo seguir meditando, querido maestro?

—La meditación es simplemente complementar al estudio de las escrituras y la práctica, así que también debe ser por un tiempo más —explicó el maestro.

Inconforme con las respuestas, el discípulo decide pedir una mejor aclaración:

—Pero maestro, yo necesito saber cuántos años todo esto me llevará, hasta que pueda alcanzar la iluminación.

—Querido discípulo, cuánto tiempo lleva un árbol desde que nace la semilla hasta que pueda dar buenos frutos?

—No lo sé, querido maestro —respondió desconsolado el discípulo.

—Exacto, amado discípulo, tú no lo sabes, yo no lo sé, pero el árbol sí lo sabe, sin embargo él no se pregunta cuánto tiempo le falta para ello. Solo procura cumplir con lo que está predestinado.

«Al cuestionarme cuánto tiempo te falta, te conviertes de discípulo en un avaro que quiere acumular y negociar con las monedas del tiempo. Aceptas la esclavitud de ese tiempo y te olvidas de tu verdadera naturaleza –la Eternidad. Esa es la idea que debes mantener fija en todos tus actos, pues es la única idea liberadora. Vive cada momento como quien recoge el fruto de un árbol, sin importarse de cuánto tiempo le llevó para alcanzar el fruto su madurez.



Cuando usamos la medida del tiempo basado en el pasado o futuro, ello nos esclaviza. Para mantener la libertad solo hay un momento: el presente. La iluminación solo es posible en ese momento y cuando decidimos vivirlo desde el interior.
Que así sea! © jose luis iglesias ros

martes, 29 de abril de 2014

Tu Olor.


Si mis ojos llegan a encontrarse con los tuyos, saltan las chispas del deseo, y te abrazo. Con este abrazo desato el contacto de mi piel, que pide rozar con besos los contornos de tu cuello, y lo hago porque la magia que me sobrecoge sucumbe a esa mirada.

Si quiero evitar todo este encanto, desvío la mirada, aunque siendo consciente de hacerlo, es el inconsciente que me guía en ese mismo camino que, también, acabo por sucumbir.

Si consigo resistir ante esa mirada y ante la imaginación, me encontraré con algo más sutil, pero no más débil: tu olor.

Tu olor es el que transciende a espacio, tiempo, momento, lugar o cosa. Me siento impregnar por esa fragancia y todas las moléculas de lo que eres se instalan en mi cuerpo, sin fundirse o combinarse, pero que me llevan, inevitablemente, a tenerte en lo más profundo de mi mente, en aquello que supera a su más erudita explicación científica.

Dejar de oler sería dejar de respirar y dejar de vivir. No puedo hacerlo. Porque también es ese mismo olor el que me persigue, en todo espacio que has ocupado, en todo tiempo que has vivido, en todo momento que has permanecido, en todo lugar que has estado y en toda cosa que has tocado.

Y cuando la noche llega, aunque mis ojos no puedan verte, aunque mi piel no pueda tocarte, aunque ni la imaginación pueda accederte, es el olor de tu piel en mis sabanas lo que me acuna en ese sueño y cada respiro me envuelve con tu magia, porque eres como una flor: la belleza de ésta vive en la fragancia que despierta…

martes, 8 de abril de 2014

El Maestro y el Chiste.


—Queridos discípulos, hoy les traigo un chiste —dijo el maestro.

Los discípulos estaban, entonces, encantados y dispuestos a escuchar al maestro:

“Una señora le pregunta a un niño:

—Niño, cómo te llamas? A lo que éste le contesta:

—Uy, señora, lo siento, ya no lo sé cómo me llamo.

Extrañada por la respuesta, decide averiguar:

—Por qué me dices eso? Cómo no vas a saber tu nombre?

—Verás, señora, en mi casa mi padre me dice Francisco, mi madre Paquito, mis hermanos me dicen Paco y mis tíos me dicen Kiko. Además, cuando estornudo, me dicen: Jesús! Así que yo mismo ya ni sé cómo me llamo.”

Luego del chiste, el maestro concluye:

—Aceptamos tan fácilmente que nos digan quiénes somos y que nos etiqueten según lo que les guste, que perdemos nuestra propia identidad. Tú mismo acaba cayendo en ese círculo y te etiquetas a ti mismo:

«Cuando empiezas a estudiar: yo soy un estudiante;

«Cuando te gradúas en la Universidad: yo soy un medico o un abogado;

«Cuando te vistes con bonitas ropas: yo soy bello;

«Cuando empiezas a ganar dinero: yo soy rico o yo soy famoso;

«Cuando una chica se interesa por ti: Oh! Lo siento, yo soy casado;

«Pero qué pasa cuando dejas de ser todas estas cosas? Estabas tan cierto de que eran reales, y si eran reales, si las pierdes, pierdes tu identidad? No! Tu verdadera identidad no la pierdes nunca, aunque sí, has olvidado de que la tenías.

«Tú aceptas que te digan, y tú mismo te dices que eres un montón de cosas, pero el final de todo eso no es otra cosa que sufrimiento. Si aceptas con amor que eres más que un montón de cosas, que eres un poder mayor y que nunca cambia, entonces el final de todo eso será paz.


A quién no le gusta un chiste? Ahora bien, si llegas a identificarte con el propio chiste, puede que no te haga tanta gracia. La identificación errónea hace con que se pierda la “gracia” de las cosas. Si quieres identificarte y etiquetarte, que sea con lo que te representa en realidad: una divinidad! 
Que así sea! © jose luis iglesias ros

sábado, 5 de abril de 2014

El baile de las notas musicales. ♪ ♫ ☼ ♪



Cuenta una leyenda que las notas musicales, al principio, eran solo vibraciones y estaban por ahí, vibrando, pero sin ningún lugar a dónde ir.


Empezaron, entonces, a chocar entre sí mismas, desentonando la melodía rítmica del universo, y como resultado, la armonía se estaba perdiendo.

Dios decidió ponerlas en orden, y surgió la escala de notas, aún y así ellas no estaban conformes, porque no podían ir en contra de su naturaleza, que era vibrar en cualquier cosa, persona, lugar, tiempo o momento. 

Ocurre que, un día, mientras estaban vibrando las notas, sin ton ni son, apareció una linda mujer vestida de lágrimas. Las notas se quedaron encandiladas por su belleza, pero la tristeza que revestía chocaba con su imagen, así como las notas mismas lo hacían entre sí —chocarse. No les preocupaba a las notas su choque, pero sí estaban inconformes con la tristeza que presentaba esa linda mujer. 

Deciden, las notas, reunirse para discutir la solución, ya que la linda mujer no podía verlas vibrando debido al velo de lágrimas que vestía. Inesperadamente, en medio de la reunión, una nota inconforme agarra a su compañera y le da un giro suave, sosteniendo su mano. Las otras notas observan, con agrado, lo ocurrido y la imitan. En toda esa vibración, se fueron cambiando de notas entre sí, y sin saberlo, estaban bailando. Habían encontrado la forma de no chocarse entre ellas y siguiendo la escala que Dios había determinado. La cuestión ahora era: «Qué pasará con esa linda mujer triste?» 

Pero las notas son las notas, pueden vibrar en cualquier parte y piensan: “Vamos a lo más íntimo de esa linda mujer”, y entran en su corazón. Se unen, vibran y bailan. La mujer sonríe, y la tristeza se aparta.


Desde entonces, se cree que cuando alguien sonríe, solo es el reflejo de la vibración y baile de las notas en su corazón, bendecido por la escala de Dios, que mantiene la armonía del universo y donde la tristeza no tiene lugar.

viernes, 4 de abril de 2014

El Maestro y la Hidra de Lerna.



—Queridos discípulos, hoy les traigo la mitología de la Hidra de Lerna:

«En la mitología griega, la Hidra de Lerna era un monstruo con forma de serpiente, cuerpo de perro y con muchas cabezas. Su particularidad residía en que, si alguna cabeza le fuera amputada o cortada, hacía nacer dos cabezas en el lugar de aquella. La Hidra de Lerna era la guardiana de la entrada al inframundo. Se decía que era hermana del León de Nemea y que por ello buscaba venganza por la muerte de éste a manos de Heracles —Hércules para los romanos.

«Heracles, héroe griego, dictaminado por el Oráculo de Delfos, fue encargado de matar a la Hidra de Lerna en penitencia por sus pecados.

«En la ciénaga cercana al lago Lerna, Heracles hace salir de su madriguera a la Hidra, usando flechas de fuego. Empuñando su espada, cortó una de las cabezas, pero luego a la Hidra le salieron dos más, en el lugar de la que había cortado. Heracles se acordó entonces de que, alguna vez, herido en batalla, usara del fuego —objeto sagrado, para cauterizar la herida y ésta dejara de sangrar. Heracles entonces pidió a su sobrino Yolao que le ayudara. Le pidió que quemara el cuello de la Hidra una vez le cortara la cabeza y así lo hizo, estando Heracles en lo cierto: no volvió a nacer la cabeza a la Hidra, pudiendo, entonces, cortar cada una, hasta matarla.

«Ahora bien, nuestros pensamientos pueden ser como la Hidra de Lerna, y cada pensamiento es la cabeza del Ego, o el yo inferior. Hemos cortado la cabeza del yo inferior y han nacido dos cabezas más, y todavía más fuertes y más letales que son: mí, míos. En lugar de ser “yo”, ahora tenemos “mí, míos”. Nuestra espada es la Voluntad, guiada por nuestra mano que es la Fe. Para cauterizar los “mí, míos”, usamos del fuego sagrado —el sufrimiento y de la comprensión de que todo debe ser “Tú, Tuyos”. Heracles está dentro de cada uno, luchando, pues solo un héroe puede hacerlo —solo un Dios. Heracles tenía a su lado a Yolao. Tu Heracles también te tiene a ti y por casualidad se le puede llamar de “Yo”! Solo el “Yo” tiene ese poder, porque todo lo demás o es ilusión o es pura mitología…

Creo que a todos nos gustan las leyendas o los mitos. Ellos nos hacen reflexionar, o quizás recordar nuestras batallas, en ésta o en otras vidas. El ganar o perder no debe importarnos, sino solo el hecho de participar, y quien sabe, hacer parte de esa leyenda o mito.
Que así sea!   ©   jose luis iglesias ros

jueves, 3 de abril de 2014

El Maestro y el Miedo.


—Querido maestro —dijo un discípulo—: me gustaría hacerle una pregunta.

—Sí, hágala! —afirmó el maestro.

—Humm… —quedó pensativo el discípulo durante minutos pero al final, se eludió de hacerla.

—Vamos! Hágala! —insistió el maestro con dulzura, y añadió:

—Si no quieres hacérmela a mí, directamente, hazla a tu compañero de al lado y este me la hará a mí. 

Entonces el discípulo hizo la pregunta a su compañero de al lado y este la transmitió al maestro. Terminada la contestación el maestro vuelve al primer discípulo:

—Sé lo que estabas pensando antes de hacer la pregunta: “Oh! El es un maestro, cómo puedo yo hacerle una pregunta?”

«El miedo hace con que no hables, no actúes, te hace pensar que eres muy pequeño, pero el miedo solo se manifiesta donde tú lo diriges. La misma pregunta que querías hacerme y no pudiste, la hiciste sin temor a su compañero de al lado. Entonces qué paso? Cambiaste la pregunta? Cambió el que contesta? No! Solo cambió que tuviste que hacer un camino más largo para comprender. En realidad no te has enfrentado al miedo, pero no nos equivoquemos, el miedo no existe, entonces por qué habrá que enfrentarlo? No hay nada que enfrentar, si no te dispones, primero y antes que todo, a crear. No hay misterio y ningún maestro tiene que venir a decirte esto.

«Mucha gente va a la iglesia, se pone de rodillas frente a una pequeña puerta de madera y les cuenta todos sus pecados, sin temor, al que está allí. Por qué? No les da miedo, pero, si tiene que confesar sus pecados directamente a Dios…Oh! No!

«Todas las preguntas nacen de haberte olvidado quien realmente eres.

«Recordad: usa del coraje para hacer una pregunta, pero de la humildad para aceptar que se te olvida de preguntar: quién soy Yo?

A quién no le gusta la idea de crear? Lo interesante es que, para crear, primero hay que creer. Todo funciona con esta premisa. Si no quieres crear el miedo, por qué crees en él?

Que así sea! © jose luis iglesias ros

miércoles, 2 de abril de 2014

El Maestro y el Mendigo.

Cuenta una leyenda que, en un reino muy distante y muy rico, había un rey que tenía la costumbre de mendigar por las calles.
Pero como todos los súbditos le reconocían al momento, pensaban que sería una afronta al rey si ellos ofrecieran una limosna al propio rey, así que el rey volvía, todos los días a su palacio, sin un céntimo en el bolsillo.
Pasaron años y la salud del rey empezó a mermarse. El sabio de la corte, al observar su estado, le comenta:
Amado rey, puedo imaginar lo importante que es para ti el mendigar, pero veo que tu salud también se está afectando. Si al menos consiguiera una moneda sé que eso podría cambiar, entonces le propongo que vayamos, los dos, a mendigar a otro reino.
El rey estaba tan obsesionado con su conducta que aprobó, de inmediato, la propuesta del sabio y los dos se marcharon a otro reino a mendigar.
—Una limosna, por favor! Una limosna para este pobre mendigo, por favor! decían el rey y el sabio al unísono, pero nadie siquiera se les acercaba.
Al ver los dos mendigos, un hombre se aproxima y les dice:
Veo que sois buenas personas, pero en este reino no obtendrán ninguna limosna, porque somos muy pobres. Yo les aconsejaría que fueran al reino vecino, porque es bien sabido que tienen mucha riqueza que ofrecer.
Al oír estas palabras, el rey, de inmediato, reconoció que ese hombre estaba hablando de su propio reino. Al mirar el rey al sabio, constató, en su enorme sonrisa, que este tenía conocimiento de lo que podría pasar y que todo no era más que parte de un plan que lo haría despertar de su obsesión.

Amado rey dijo el sabio—: Tú te habías olvidado de ti mismo, viviendo en una ilusión, así que era necesario otra ilusión para que vieras tu propia realidad. Pero ahora, que ya sabes quien realmente eres, abandonemos las ilusiones y vivamos nuestra realidad…

A veces la vida nos enseña cosas que no son necesarias, para hacernos volver a la realidad. Eso debido a la ignorancia y es necesario verter más ignorancia para, al final, echarlas todo como lo que realmente son: ilusión. La ilusión solo se destruye con ilusión para comprender una única realidad: Yo soy Él!
Que así sea!   © jose luis iglesias ros

martes, 1 de abril de 2014

El Maestro y la Alegría.

—Querido maestro, tú crees que estamos haciendo los esfuerzos necesarios para comprender qué somos en realidad?

—Sin duda, amados discípulos, siento que ese esfuerzo logrará el buen resultado hacia todos.

—Entonces —complementó el discípulo—: sientes alegría y orgullo de ello?

—Por qué habría de sentir una cosa u otra? —preguntó el maestro.

—Quizás porque eso pudiera animarnos más si lo supiéramos? —dijo un discípulo con el apoyo expresivo de los demás.

—De acuerdo! Entonces, con ese razonamiento, si sintiera tristeza y decepción os desanimaríais, es eso cierto?

Los discípulos, que no esperaban tal desarrollo de la cuestión, permanecieron callados, mientras el maestro prosiguió:

«La alegría o tristeza que pueda sentir, será interior, y por cada uno, y no por creer haber sido, uno mismo,  el medio de ella propia. El logro y la verdadera alegría se sienten en uno mismo, al comprobar que, a pesar de todas las dificultades, los esfuerzos que has empleado han logrado una especie de satisfacción personal. La expresión mal interpretada de esa alegría puede generar orgullo, y eso es Ego.

«No puedo sentir orgullo, porque requiere valoración personal de un logro proprio o ajeno, exaltando cualquier clase de merito y creando la idea de superioridad. En la misma línea, la decepción te aleja también de la realidad, porque es valoración —Ego de la misma forma.


—Recordad: Si quieres buscar el verdadero reflejo de lo que sientes, solo debes mirar a tu interior, el que siempre es fiel a ti mismo. 

Al único espejo que debes de mirar para buscar el verdadero reflejo,  es al tuyo propio que está en tu interior. No necesitas aprobación o reproche del exterior pues no eres un reflejo de eso, eres la verdadera imagen.
Que así sea!   © jose luis iglesias ros

lunes, 31 de marzo de 2014

La Verdad y la Mentira.

Dos mujeres estaban preocupadas por su descendencia, entonces deciden buscar la respuesta en Dios, pues las dos piensan lo mismo: «Él me ha creado, entonces solo Él sabrá lo que es mejor para mí.»
La primera mujer se Le acerca y pregunta:
—Dios, cuántos hijos podré tener?
—Tú podrás tener solamente un hijo! —afirmó Dios.
—No puede ser —lamentó la mujer—, pues yo quería muchos hijos.
—No te preocupes por tu descendencia —le tranquilizó Dios—: el será virtuoso, el más fuerte, el más digno de ti misma, será amado y querido por todo el mundo, todas las puertas se abrirán a su paso, nadie le temerá ni causará temor, pues será tu esencia y de él nacerá también un solo hijo, igual de virtuoso, esa será siempre tu descendencia.
La mujer, entonces, se conforma con la promesa que, al final, venía de Dios.
—Dios, y yo? Cuántos hijos podré tener? —preguntó la hermana de aquella mujer.
—Tú? —y contestó Dios—: tú podrás tener la cantidad de hijos que desees y con quiénes desees. Tú eres así de fértil. Pero recuerda —advirtió Dios—: tus hijos serán todos endebles, necesitarán siempre ampararse unos a otros, y serán huidizos, olvidadizos, esquivos, cobardes, mezquinos, y la sangre de ellos estará siempre contaminada —no guardarán nunca la esencia de quien, una vez fuiste, y esa será siempre tu descendencia.
Dios, entonces, al observar que las dos mujeres, aunque no totalmente conformes, habían aceptado sus palabras, resuelve pronunciar:
—De aquí en adelante, la mujer de un solo hijo la llamaré Verdad y la de muchos hijos la llamaré Mentira.
—Que así sea!

Cuando comprometes tu vida con la Verdad, ella pasa a ser única —ayer, hoy, mañana, y siempre, pues es la expresión de tu esencia. Cuando dejas que la Mentira gobierne tu vida, lo que dijiste ayer era una cosa y se te olvidó, entonces hoy tienes que decir otra y encadenarla con la anterior, que se te olvidará y mañana será otra, que encadenarás igualmente y siempre otra, cada vez más contaminada y más distanciada de tu esencia.

Si la verdad libera, la Mentira encadena, pero tú, siempre, es el que decides.

No hay dilema cuando lo que se busca nunca podrá ser contaminado. Qué puede nacer de algo realmente puro? Solo pureza. “O haced bueno el árbol y bueno su fruto, o haced malo el árbol y malo su fruto; porque por el fruto se conoce el árbol.” (Mateo—12:33)
Que así sea!   © jose luis iglesias ros

sábado, 29 de marzo de 2014

El Maestro y el Pulgar.


Cuenta una leyenda hindú que Drona era un experto en el arte del combate y especialmente en el tiro con Arco, pues había recibido estos conocimientos de una deidad.
Era un excelente maestro en ese campo y tenía como mejor discípulo a Arjuna, un rey, y como rey, este debería conocer esa maestría necesaria en aquella época.
La descendencia de Eklavia, sin embargo era humilde, pero no su deseo de aprender esa maestría. Al buscar la enseñanza en Drona, este se le negó aludiendo que Eklavia, perteneciente a una clase baja, no podría comprender sus enseñanzas.
Eklavia se preguntó interiormente: «por qué no puedo aprender? No tengo prisa en aprender, pues tengo la fe y la paciencia necesarias.»
Decidió, entonces, hacer un ídolo de Drona y depositar en él toda su fé.
Pasaron años y el rey resolvió hacer un concurso.
El reto era hacer pasar una flecha por entre las mandíbulas abiertas de un perro, sin tocarlo ni hacerle daño.
Se presentaron muchos arqueros expertos, entre ellos Arjuna, el rey, y un completo desconocido: Eklavia.
Luego de ser eliminados los demás, la disputa se quedó entre estos dos. Arjuna, a pesar de su agudeza, falló el último disparo y Eklavia lo logró, ganando el concurso.
Drona se sintió herido en su orgullo, porque había depositado toda su enseñanza en Arjuna, su mejor discípulo y este le había fallado. Quiso entonces conocer de Eklavia quién había sido su maestro.
Eklavia, en la presencia de Drona, bajó la cabeza y le contestó: —Has sido tú mi maestro.
—Imposible! —afirmó Drona. Yo no te he impartido enseñanza alguna.
—Directamente no, maestro —contestó Eklavia—, pero yo he hecho un ídolo fiel a tu imagen y lo he aprendido de él —enseñándole a Drona el ídolo de barro.
—Si es así —pronunció Drona—, y has sido mi discípulo, a través del ídolo, es tu deber saber gratificar al maestro, tal y como es la costumbre.
—Lo que me pidas lo haré! —aseveró Eklavia.
—Córtate el pulgar derecho! —exigió Drona.
Eklavia sabía que, al cortar su pulgar derecho, jamás podría volver a ejercitar el tiro con Arco, sin embargo era el deseo de su maestro, y así lo cumplió, sacando el cuchillo y ofreciendo su pulgar al maestro.

Eklavia comprendió que cortar su pulgar era reconocer que el conocimiento vino a través del maestro, por el que tenía devoción. Si Eklavia pensara que el conocimiento le llegó por él mismo, sería un pensamiento de su mente, de su propio Ego. Cortó su dedo, pero la simbología es que cortó también su Ego.

El reconocimiento es una afronta al Ego. La fe, dedicación y paciencia son la forja en que se cocerá la herramienta del reconocimiento. Con ella podrás romper el Ego.
Que así sea!   © jose luis iglesias ros 

viernes, 28 de marzo de 2014

El Maestro y el Perdón.

—Perdona, querido maestro —se disculpó el discípulo, luego de entrar a la clase—: no deseaba llegar tarde, pero he tenido algún infortunio por el camino.
—Amado discípulo —dijo el maestro—: no hay nada de que disculparse o excusarse. Si es una forma de cortesía, eso está bien, pero siempre, primero, debemos ser corteses con nosotros mismos.
«Si estabas atento a tu compromiso, si lo considerabas realmente importante y algo mayor te lo ha impedido de cumplir, debe ser lo suficiente para ti. Has reunido tus esfuerzos en ello y no necesitas la aprobación o rechazo de nadie, sino de ti mismo.
«Si yo aceptara tus disculpas, es porque me había sentido ofendido y al pedirte la explicación, te estaría juzgando, y eso todo es Ego. Si considerara el tiempo como mi medida, estaría olvidando de la eternidad del ser. El tiempo es solo una medida que ha inventado el hombre en la ignorancia de identificarse con el cuerpo.
—Perdona maestro dijo un discípulo causando risa en los demás—: No debemos perdonar siempre?
—Por supuesto! —afirmó el maestro. Pero eso se hace interiormente, a uno mismo y hacia los demás. Si quieres que todos te oigan pedir perdón, eso es Ego. Y el que perdona públicamente, haciendo alarde, también es Ego. En las sagradas escrituras, dijo Jesús: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”, pero lo dijo como una oración, como una meditación.  
«La hoja no pide perdón a la tierra por caer, ni al árbol por el tiempo que tarda en caer, o tampoco juzga al viento por haberla soplado prematuramente del árbol o llevarla lejos de donde deseaba caer. La hoja no desea caer, ni quedarse eternamente unida al árbol. Ella entiende que es solo parte de la belleza de algo más grande y nada le inquieta.
«La ola no pide perdón a la arena por romper cuando rompe, o la lluvia no dirá nunca: Oh! No he llovido aquí ayer, porque el viento me llevó lejos. Ella llovió en algún lugar, y no se inquieta por nada.
«El sol no pide perdón a la tierra por llegar segundos tarde cada día, o la noche no pide perdón por llegar más tarde, ya que el sol…

«La naturaleza cumple con la cortesía hacia sí misma, como madre que es. Somos todo naturaleza y el tiempo es solo una ilusión.



La ignorancia se viste, sutilmente, de muchas formas. Una de ellas es la cortesía, 
o ser “políticamente correcto”. Es el Ego actuando, nada más. Cree ser necesario y él mismo acepta esa forma como sabiduría. Debemos ser corteses con uno mismo, comprendiendo la grandeza de lo que somos.
Que así sea! © jose luis iglesias ros

jueves, 27 de marzo de 2014

El Maestro y la Sed.

Querido maestro dijo un discípulo—: yo siento en ti un buen maestro. Me pregunto si a ti no te gustaría tener más discípulos?
Amado discípulo preguntó el maestro—: quién tiene sed?
Quién tiene sed? repitió el discípulo con aire de dudas.
—Sí! —afirmó y aclaró el maestro—: Cuando tienes sed, buscas beber agua, no es así? El agua no sabe que tú tienes sed, hasta que le buscas a ella, pero tú sí sabes que tienes sed y por ello le buscas a ella. El agua comprende que tienes sed porque le has buscado y comprende el por qué le has buscado en ese exacto momento, pero ella no te pregunta: tendrás sed mañana? O: ayer te he estado esperando, por qué no viniste?
Todos los discípulos, entonces, se echaron a reír.
—Ahora bien prosiguió el maestro—: suponga que el agua mismo tenga sed, quién le saciará su sed? Nadie! Ella no tiene sed, porque es simplemente agua, ella es simplemente ella misma y está para servir. Ella está satisfecha con ella misma. En definitiva ella es la realidad en sí misma.
«Siempre buscas lo que consideras que estás necesitando, y si no es una necesidad física, eso es simplemente Ego. El Ego quiere alimentarse siempre y si tú no le alimentas queda débil. Qué pasa cuando uno está débil?
—Que no tiene fuerzas dijo un discípulo.
Exacto! Afirmó el maestro—. Si no tiene fuerzas, no puede controlar nada, y tú entonces tienes que tomar el control. Luego de tomar el control, ves que no le necesita y cuando no necesitas de algo, te olvidas que está ahí. Déjalo estar, al final es solo parte de tu mente.

«Recordad: Pregúntate siempre: Quién está sediento? De lo que estás sediento? La insatisfacción te hace buscar cosas que no necesitas, y la causa es ignorancia de la realidad. La realidad es satisfacción en ella misma.

No puedes programar cuando tendrás sed. Ella simplemente aparece y te recordará a cada momento que está ahí y que tú estás necesitado. Debes aceptar y buscar el agua.
Acaso la vida espiritual no es así?
Que así sea!   ©   jose luis iglesias ros

miércoles, 26 de marzo de 2014

El Maestro y la Ignorancia.

—Papá, cuánta agua!

—No, hijo mío, no es agua, se llama Mar u Océano.

Tú piensas: «Si lo dice mi padre, no es agua, sino Mar u Océano!»

—Papá, cuánta agua!

—No, hijo mío, no es agua, se llama Río.

Tú piensas: «Si lo dice mi padre, no es agua, sino Río!»

—Papá, cuánta agua!

—No, hijo mío, y siempre repites lo mismo. No es agua, se llama Cascada.

Tú piensas: «Si lo dice mi padre, no es agua, sino Cascada! Aunque ayer me dijo que era Río, o dijo que era Mar, o dijo:  O sea no?»

Como niños, somos ignorantes, desconocemos todo, y cualquier cosa que se nos diga, nos la tomaremos como correcta, aún más si nos dice alguien a quien aprendimos a apreciar.
El problema es que, en vez de aclarar, se vierte más ignorancia en todo, y lo vamos aceptando, debido a qué? Debido a nuestra propia ignorancia. Y la duda nace de la ignorancia. Y vamos también aceptando la duda en nuestras vidas. Y el miedo nace de la duda, que nace de la ignorancia y lo vamos también aceptando en nuestra vida. Así que ayer teníamos agua, y hoy tenemos más ignorancia, más dudas y más miedo.
Y pasan los años y la ignorancia va creciendo, creemos que nuestros pensamientos son verdaderos, tal como los padres creían que sus pensamientos eran verdaderos, y los otros creen lo mismo de los suyos —que son verdaderos.
Se casan, pero los pensamientos no se casan, y ahí viene el divorcio. Uno no acepta que el otro pueda pensar diferente. Has pedido permiso a tu Ego para casarte? El Ego no se casa con nadie, porque ha recibido el amor de uno mismo, y quiere y exige fidelidad. El Ego lucha por ese amor, por el amor que tú mismo le tienes a él y siempre, siempre lo has profesado. Mejor que te divorcies de tu mente, antes de casarte.
Pero nunca, nada está perdido, y acabas cuestionándote: quién soy Yo?
Y cuando enganchas el primer eslabón, es como tirar de la cadena, todo viene a continuación. Comprendes que no eras la Cascada, ni el Mar u Océano, ni el Rio. Eres agua, simplemente. No eres un cuerpo, ni una mente, ni un Ego. Eres simplemente una divinidad!


Recordad: No aceptes como verdad lo que nace de la ignorancia. No aceptes la duda, que nace de la ignorancia. No aceptes el miedo, que nace de la ignorancia. La ignorancia es el padre de todos los males. 

©   jose luis iglesias ros