lunes, 31 de marzo de 2014

La Verdad y la Mentira.

Dos mujeres estaban preocupadas por su descendencia, entonces deciden buscar la respuesta en Dios, pues las dos piensan lo mismo: «Él me ha creado, entonces solo Él sabrá lo que es mejor para mí.»
La primera mujer se Le acerca y pregunta:
—Dios, cuántos hijos podré tener?
—Tú podrás tener solamente un hijo! —afirmó Dios.
—No puede ser —lamentó la mujer—, pues yo quería muchos hijos.
—No te preocupes por tu descendencia —le tranquilizó Dios—: el será virtuoso, el más fuerte, el más digno de ti misma, será amado y querido por todo el mundo, todas las puertas se abrirán a su paso, nadie le temerá ni causará temor, pues será tu esencia y de él nacerá también un solo hijo, igual de virtuoso, esa será siempre tu descendencia.
La mujer, entonces, se conforma con la promesa que, al final, venía de Dios.
—Dios, y yo? Cuántos hijos podré tener? —preguntó la hermana de aquella mujer.
—Tú? —y contestó Dios—: tú podrás tener la cantidad de hijos que desees y con quiénes desees. Tú eres así de fértil. Pero recuerda —advirtió Dios—: tus hijos serán todos endebles, necesitarán siempre ampararse unos a otros, y serán huidizos, olvidadizos, esquivos, cobardes, mezquinos, y la sangre de ellos estará siempre contaminada —no guardarán nunca la esencia de quien, una vez fuiste, y esa será siempre tu descendencia.
Dios, entonces, al observar que las dos mujeres, aunque no totalmente conformes, habían aceptado sus palabras, resuelve pronunciar:
—De aquí en adelante, la mujer de un solo hijo la llamaré Verdad y la de muchos hijos la llamaré Mentira.
—Que así sea!

Cuando comprometes tu vida con la Verdad, ella pasa a ser única —ayer, hoy, mañana, y siempre, pues es la expresión de tu esencia. Cuando dejas que la Mentira gobierne tu vida, lo que dijiste ayer era una cosa y se te olvidó, entonces hoy tienes que decir otra y encadenarla con la anterior, que se te olvidará y mañana será otra, que encadenarás igualmente y siempre otra, cada vez más contaminada y más distanciada de tu esencia.

Si la verdad libera, la Mentira encadena, pero tú, siempre, es el que decides.

No hay dilema cuando lo que se busca nunca podrá ser contaminado. Qué puede nacer de algo realmente puro? Solo pureza. “O haced bueno el árbol y bueno su fruto, o haced malo el árbol y malo su fruto; porque por el fruto se conoce el árbol.” (Mateo—12:33)
Que así sea!   © jose luis iglesias ros

sábado, 29 de marzo de 2014

El Maestro y el Pulgar.


Cuenta una leyenda hindú que Drona era un experto en el arte del combate y especialmente en el tiro con Arco, pues había recibido estos conocimientos de una deidad.
Era un excelente maestro en ese campo y tenía como mejor discípulo a Arjuna, un rey, y como rey, este debería conocer esa maestría necesaria en aquella época.
La descendencia de Eklavia, sin embargo era humilde, pero no su deseo de aprender esa maestría. Al buscar la enseñanza en Drona, este se le negó aludiendo que Eklavia, perteneciente a una clase baja, no podría comprender sus enseñanzas.
Eklavia se preguntó interiormente: «por qué no puedo aprender? No tengo prisa en aprender, pues tengo la fe y la paciencia necesarias.»
Decidió, entonces, hacer un ídolo de Drona y depositar en él toda su fé.
Pasaron años y el rey resolvió hacer un concurso.
El reto era hacer pasar una flecha por entre las mandíbulas abiertas de un perro, sin tocarlo ni hacerle daño.
Se presentaron muchos arqueros expertos, entre ellos Arjuna, el rey, y un completo desconocido: Eklavia.
Luego de ser eliminados los demás, la disputa se quedó entre estos dos. Arjuna, a pesar de su agudeza, falló el último disparo y Eklavia lo logró, ganando el concurso.
Drona se sintió herido en su orgullo, porque había depositado toda su enseñanza en Arjuna, su mejor discípulo y este le había fallado. Quiso entonces conocer de Eklavia quién había sido su maestro.
Eklavia, en la presencia de Drona, bajó la cabeza y le contestó: —Has sido tú mi maestro.
—Imposible! —afirmó Drona. Yo no te he impartido enseñanza alguna.
—Directamente no, maestro —contestó Eklavia—, pero yo he hecho un ídolo fiel a tu imagen y lo he aprendido de él —enseñándole a Drona el ídolo de barro.
—Si es así —pronunció Drona—, y has sido mi discípulo, a través del ídolo, es tu deber saber gratificar al maestro, tal y como es la costumbre.
—Lo que me pidas lo haré! —aseveró Eklavia.
—Córtate el pulgar derecho! —exigió Drona.
Eklavia sabía que, al cortar su pulgar derecho, jamás podría volver a ejercitar el tiro con Arco, sin embargo era el deseo de su maestro, y así lo cumplió, sacando el cuchillo y ofreciendo su pulgar al maestro.

Eklavia comprendió que cortar su pulgar era reconocer que el conocimiento vino a través del maestro, por el que tenía devoción. Si Eklavia pensara que el conocimiento le llegó por él mismo, sería un pensamiento de su mente, de su propio Ego. Cortó su dedo, pero la simbología es que cortó también su Ego.

El reconocimiento es una afronta al Ego. La fe, dedicación y paciencia son la forja en que se cocerá la herramienta del reconocimiento. Con ella podrás romper el Ego.
Que así sea!   © jose luis iglesias ros 

viernes, 28 de marzo de 2014

El Maestro y el Perdón.

—Perdona, querido maestro —se disculpó el discípulo, luego de entrar a la clase—: no deseaba llegar tarde, pero he tenido algún infortunio por el camino.
—Amado discípulo —dijo el maestro—: no hay nada de que disculparse o excusarse. Si es una forma de cortesía, eso está bien, pero siempre, primero, debemos ser corteses con nosotros mismos.
«Si estabas atento a tu compromiso, si lo considerabas realmente importante y algo mayor te lo ha impedido de cumplir, debe ser lo suficiente para ti. Has reunido tus esfuerzos en ello y no necesitas la aprobación o rechazo de nadie, sino de ti mismo.
«Si yo aceptara tus disculpas, es porque me había sentido ofendido y al pedirte la explicación, te estaría juzgando, y eso todo es Ego. Si considerara el tiempo como mi medida, estaría olvidando de la eternidad del ser. El tiempo es solo una medida que ha inventado el hombre en la ignorancia de identificarse con el cuerpo.
—Perdona maestro dijo un discípulo causando risa en los demás—: No debemos perdonar siempre?
—Por supuesto! —afirmó el maestro. Pero eso se hace interiormente, a uno mismo y hacia los demás. Si quieres que todos te oigan pedir perdón, eso es Ego. Y el que perdona públicamente, haciendo alarde, también es Ego. En las sagradas escrituras, dijo Jesús: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”, pero lo dijo como una oración, como una meditación.  
«La hoja no pide perdón a la tierra por caer, ni al árbol por el tiempo que tarda en caer, o tampoco juzga al viento por haberla soplado prematuramente del árbol o llevarla lejos de donde deseaba caer. La hoja no desea caer, ni quedarse eternamente unida al árbol. Ella entiende que es solo parte de la belleza de algo más grande y nada le inquieta.
«La ola no pide perdón a la arena por romper cuando rompe, o la lluvia no dirá nunca: Oh! No he llovido aquí ayer, porque el viento me llevó lejos. Ella llovió en algún lugar, y no se inquieta por nada.
«El sol no pide perdón a la tierra por llegar segundos tarde cada día, o la noche no pide perdón por llegar más tarde, ya que el sol…

«La naturaleza cumple con la cortesía hacia sí misma, como madre que es. Somos todo naturaleza y el tiempo es solo una ilusión.



La ignorancia se viste, sutilmente, de muchas formas. Una de ellas es la cortesía, 
o ser “políticamente correcto”. Es el Ego actuando, nada más. Cree ser necesario y él mismo acepta esa forma como sabiduría. Debemos ser corteses con uno mismo, comprendiendo la grandeza de lo que somos.
Que así sea! © jose luis iglesias ros

jueves, 27 de marzo de 2014

El Maestro y la Sed.

Querido maestro dijo un discípulo—: yo siento en ti un buen maestro. Me pregunto si a ti no te gustaría tener más discípulos?
Amado discípulo preguntó el maestro—: quién tiene sed?
Quién tiene sed? repitió el discípulo con aire de dudas.
—Sí! —afirmó y aclaró el maestro—: Cuando tienes sed, buscas beber agua, no es así? El agua no sabe que tú tienes sed, hasta que le buscas a ella, pero tú sí sabes que tienes sed y por ello le buscas a ella. El agua comprende que tienes sed porque le has buscado y comprende el por qué le has buscado en ese exacto momento, pero ella no te pregunta: tendrás sed mañana? O: ayer te he estado esperando, por qué no viniste?
Todos los discípulos, entonces, se echaron a reír.
—Ahora bien prosiguió el maestro—: suponga que el agua mismo tenga sed, quién le saciará su sed? Nadie! Ella no tiene sed, porque es simplemente agua, ella es simplemente ella misma y está para servir. Ella está satisfecha con ella misma. En definitiva ella es la realidad en sí misma.
«Siempre buscas lo que consideras que estás necesitando, y si no es una necesidad física, eso es simplemente Ego. El Ego quiere alimentarse siempre y si tú no le alimentas queda débil. Qué pasa cuando uno está débil?
—Que no tiene fuerzas dijo un discípulo.
Exacto! Afirmó el maestro—. Si no tiene fuerzas, no puede controlar nada, y tú entonces tienes que tomar el control. Luego de tomar el control, ves que no le necesita y cuando no necesitas de algo, te olvidas que está ahí. Déjalo estar, al final es solo parte de tu mente.

«Recordad: Pregúntate siempre: Quién está sediento? De lo que estás sediento? La insatisfacción te hace buscar cosas que no necesitas, y la causa es ignorancia de la realidad. La realidad es satisfacción en ella misma.

No puedes programar cuando tendrás sed. Ella simplemente aparece y te recordará a cada momento que está ahí y que tú estás necesitado. Debes aceptar y buscar el agua.
Acaso la vida espiritual no es así?
Que así sea!   ©   jose luis iglesias ros

miércoles, 26 de marzo de 2014

El Maestro y la Ignorancia.

—Papá, cuánta agua!

—No, hijo mío, no es agua, se llama Mar u Océano.

Tú piensas: «Si lo dice mi padre, no es agua, sino Mar u Océano!»

—Papá, cuánta agua!

—No, hijo mío, no es agua, se llama Río.

Tú piensas: «Si lo dice mi padre, no es agua, sino Río!»

—Papá, cuánta agua!

—No, hijo mío, y siempre repites lo mismo. No es agua, se llama Cascada.

Tú piensas: «Si lo dice mi padre, no es agua, sino Cascada! Aunque ayer me dijo que era Río, o dijo que era Mar, o dijo:  O sea no?»

Como niños, somos ignorantes, desconocemos todo, y cualquier cosa que se nos diga, nos la tomaremos como correcta, aún más si nos dice alguien a quien aprendimos a apreciar.
El problema es que, en vez de aclarar, se vierte más ignorancia en todo, y lo vamos aceptando, debido a qué? Debido a nuestra propia ignorancia. Y la duda nace de la ignorancia. Y vamos también aceptando la duda en nuestras vidas. Y el miedo nace de la duda, que nace de la ignorancia y lo vamos también aceptando en nuestra vida. Así que ayer teníamos agua, y hoy tenemos más ignorancia, más dudas y más miedo.
Y pasan los años y la ignorancia va creciendo, creemos que nuestros pensamientos son verdaderos, tal como los padres creían que sus pensamientos eran verdaderos, y los otros creen lo mismo de los suyos —que son verdaderos.
Se casan, pero los pensamientos no se casan, y ahí viene el divorcio. Uno no acepta que el otro pueda pensar diferente. Has pedido permiso a tu Ego para casarte? El Ego no se casa con nadie, porque ha recibido el amor de uno mismo, y quiere y exige fidelidad. El Ego lucha por ese amor, por el amor que tú mismo le tienes a él y siempre, siempre lo has profesado. Mejor que te divorcies de tu mente, antes de casarte.
Pero nunca, nada está perdido, y acabas cuestionándote: quién soy Yo?
Y cuando enganchas el primer eslabón, es como tirar de la cadena, todo viene a continuación. Comprendes que no eras la Cascada, ni el Mar u Océano, ni el Rio. Eres agua, simplemente. No eres un cuerpo, ni una mente, ni un Ego. Eres simplemente una divinidad!


Recordad: No aceptes como verdad lo que nace de la ignorancia. No aceptes la duda, que nace de la ignorancia. No aceptes el miedo, que nace de la ignorancia. La ignorancia es el padre de todos los males. 

©   jose luis iglesias ros

martes, 25 de marzo de 2014

El Maestro y el Juego.

—Amados discípulos —dijo el maestro—: hoy vamos a experimentar este juego.
«Empecemos entonces! —determinó el maestro.
—Vamos! —dijo el discípulo, con determinación, a todos sus compañeros del grupo.
Estos tiraron y tiraron, pero no ocurrió nada.
—Vamos! —dijeron otros—, con igual determinación, pero nada ocurrió tampoco.
Pacientemente, el primer grupo mantuvo en tensión su determinación, siendo aprobada esa conducta por el maestro que, impasible, miraba la escena.
El otro grupo, sin embargo, exprimía todas sus fuerzas sin obtener resultado algún. Pero el resultado siempre existe, lo esperes o no lo esperes, lo quieras o no lo quieras, él se presentará —siempre, inesperada e inexorablemente. Las fuerzas de este grupo empezaban a mermarse…
Estaban los dos grupos, experimentando el juego de la soga, conocido también como tira—afloja, cuando el segundo grupo, rendido y extenuado en sus fuerzas, sucumbe a la derrota.
—Qué habéis aprendido hoy? —preguntó el maestro.
—Tenemos que ser determinados? —preguntó un discípulo.
—Sí, pero no solo eso, porque el otro grupo mantuvo la determinación. Qué más? —preguntó el maestro.
—Paciencia, tal vez? —respondió dudosamente otro.
—También, pero no es suficiente —respondió el maestro. Qué más?
El maestro, al percibir que no lograría una respuesta satisfactoria y amplia que sirviera de enseñanza, dijo:
--Bueno, cambiemos de enfoque —dijo el maestro. Que se necesita para el juego?
—Eso es fácil —contestó un discípulo—: un espacio para jugar, personas divididas en dos grupos  y una cuerda larga.
—Qué más? —insistió el maestro.
—Querido maestro —arriesgó otro—: un pañuelo?
—Exactamente! —declaró efusivamente el maestro.
—Qué es el pañuelo? —preguntó.
—El pañuelo es el que decide quién ha ganado o ha perdido? Será eso?—arriesgó un discípulo.
—No! —contestó el maestro.
«El pañuelo es solo el testigo de ese enfrentamiento. El pañuelo no se decanta ni por un lado ni por el otro. A él le es indiferente si un grupo gana o pierde. Él solo está ahí, jugando, participando del juego, pero no es responsable de quien gane o pierda, porque él sabe que ese es su papel —para lo que está destinado.
«A veces, aplicamos nuestra fe y nuestra paciencia, luchando contra el orgullo o el Ego. Actuamos con determinación, tensando esa cuerda y la mantenemos así con la esperanza de que el orgullo o el Ego se cansen. Ese no es el verdadero camino, porque siempre esperamos que el desenlace ocurra a nuestro favor y le damos más fuerza al Ego.
«Si actuamos como si fuéramos el pañuelo, simples testigos u observadores, cualquier resultado será bienvenido, pues estamos jugando nuestro simple papel. No nos corresponde ni nos atañe o somos responsabilizados por la victoria o la derrota. Cuando nos olvidamos que somos el simple pañuelo, decimos: yo gané o, yo perdí. Y sí que perdiste. Qué perdiste? Perdiste tu paz. No vuelvas a perder tu paz y acuérdate siempre del pañuelo…

«Recordad: Perder o ganar, lo atestigua el pañuelo…Sed, entonces, como el pañuelo, y ningún resultado te afectará.

A quién no le gusta jugar? Jugar está bien porque nos recuerda que somos, todavía, niños. Pero cuando está en juego nuestra paz, deberíamos abandonar el juego. Abandonar no es perder, sino evaluar qué perdida es más grande y así, saldrás ganando…
Que así sea!   ©  jose luis iglesias ros

lunes, 24 de marzo de 2014

El Iluminador.

La tierra adquiere varias formas —arena, piedras, rocas, polvo, pero ella nunca deja de ser lo que es: tierra.
El agua nunca cambia — siendo río, puede cambiar de curso, adquirir color según su paso, o si es el mar, cambiando las olas, subiendo o bajando la marea, pero el mar nunca pierde o gana y siguen siendo, los dos, lo que son —agua.
El viento cambia a ráfagas o a brisa, pero nunca deja de ser lo que es: viento.
Las semillas crecen, se transforman en plantas, luego en árboles que dan flores y nacen los frutos, y esos frutos contienen la propia semilla de aquello que fue un día, y de lo que es: semilla.
La madera puede ser una mesa, una silla, una casa, pero nunca deja de ser lo que es —madera.
No les importa a la tierra, ni al agua, ni al viento, ni a naturaleza en general, las transformaciones o cambios que ocurren, porque mantienen su esencia intacta, no dejan nunca de ser lo que son, porque comprenden y aceptan que es su mejor naturaleza —servir.

El cuerpo cambia, de joven a maduro, le salen arrugas, engorda, adelgaza, pero el espíritu es el mismo y sigue siendo lo que es: espíritu, conciencia.
Sin embargo, las personas se desesperan cuando perciben algún cambio que consideran negativo usando de la comparación —Oh! He engordado! —Oh! He adelgazado! —Oh! Me salen arrugas! —Oh! Mi pelo se está volviendo canoso!  Pero el cuerpo no es nada, sino tierra, y el cuerpo muerto vuelve a la tierra —solo es lo que es, un cuerpo, un vehículo.
Todos quieren ir al este, por donde sale el sol: ser más iluminados, estar más cerca del conocimiento, pero el verdadero maestro le lleva al oeste, que es la origen del sol y del conocimiento y quiere mostrarte no el sol, sino el iluminador en su esencia, en su naturaleza.
La mente, por lo tanto, debe comprender y aceptar que es solo mente, solo pensamiento, y aunque cambien los pensamientos, no deja nunca de ser solo mente. Mente es conocimiento y es ego, nada más, no es la realidad.
Así que no es solamente tener el conocimiento del iluminador, sino la comprensión que eres el mismísimo iluminador —ese que nunca cambia, la realidad que está por encima de todo.


Que así sea!   © jose luis iglesias ros

sábado, 22 de marzo de 2014

La Pantalla.

Twentieth Century Fox Presenta:
La Partida.
En aquella madrugada lluviosa, un joven despistado es abordado en la pequeña calle:
Dame todo lo que llevas! —amenazó el ladrón.
Inmediatamente el joven empieza a sacar su cartera y reloj y, en un momento de despiste del ladrón, se lo tira todo encima y procede a la carrera sin dirección.
El ladrón duda, momentáneamente, si ir detrás de él o no, y cree que no merece la pena, porque piensa ya tener todo lo que buscaba, agachándose y recogiendo todo lo que el joven había tirado.
El joven sigue corriendo, pero no percibe que está cruzando la calle en el mismo instante en que un coche va en su dirección y lo que es inevitable: las ruedas no frenan lo suficiente para evitar el golpe, y lo tira en contra de una cabina de teléfono.
Se baja del coche una chica asustada y se acerca al joven, comprobando que ya no tiene constantes vitales. «Debo hacer algo», piensa la chica mientras corre al coche a recoger algo un desfibrilador.
Consigue reanimar al joven que presenta varias contusiones, pero el riesgo de muerte ya no existe.
Quien eres tú? pregunta el joven cuando recobra un poco de conciencia.
—Soy la persona responsable por evitar tu partida. Cuando te recuperes estaré encantada de que hagas el curso sobre el uso de desfibriladores que yo mismo imparto ese es mi trabajo.
FIN

Uno va al cine, compra las entradas y se sienta confortablemente a ver una pantalla en blanco.
La pantalla va adquiriendo forma en la medida que empieza la película, y tú la elegiste porque era de tu agrado.
La ha escrito un guionista, la dirige un director, y están los actores, los villanos, las heroínas, los misteriosos, en fin, música que te hace bailar sin salir del asiento, hay tristeza, alegría, de todo.
Estás tan inmerso en la película que acabas identificándote con alguno de los actores, y la vives intensamente.
Se termina la película, se encienden las luces y qué es lo que ves? La pantalla en blanco. La pantalla ha reído, ha llorado, pero ahora está como si nada —en blanco, como la paz y seguramente tú todavía se está terminando de enjugar las lágrimas…
La pantalla sabe que es una película; no se inquieta pues sabe que nada es verdadero, nada es real y tampoco le importa si te has dormido o estás con atención —le es indiferente.
Seas, pero no existas! Seas como la pantalla, no existas como los héroes o villanos. En la pantalla solo interpretan un papel. En la vida también interpretas un papel como persona—hombre, mujer, hijo, y seguro que mucho más cosas, pero uno no es eso, no es un cuerpo, ni una mente, ni un pensamiento. La pantalla es la realidad, y el pensamiento es la película.
La pantalla no se deja tocar por la película, no se inquieta, pues ella mismo es la realidad y la realidad no puede ser afectada por una ilusión.

Si crees en los pensamientos, creerás en la película y seguirás un guión, pero si crees que eres simplemente la pantalla, ruede la película que ruede, no te afectará y ahí sí, estarás dentro de la realidad.
Que así sea!   © jose luis iglesias ros

viernes, 21 de marzo de 2014

El Sueño del Ego.

Con un simple toque al interruptor, las cortinas fueron abriendo, dejando al descubierto hermosos ventanales que daban a un precioso jardín lleno de colorido. En la fuente del jardín los pajaritos bebían como siguiendo al compás de la música que venía del cuarto de baño, donde le esperaban toallas felpudas y una bañera exhalando aromas de sales y burbujas que explotaban diferentes coloridos. Envuelto en una de las toallas, se dispone a desayunar en una mesa finamente preparada, con dulces, frutas, café y zumo. Hay una ligera duda cuando decide vestirse, pues la cantidad de ropa dispuesta a satisfacerle le toma demasiado tiempo a decidirse…y no tiene tiempo, el tiempo se agota. Elige lo primero que le cae en las manos y se viste rápido. Saliendo de la habitación se encuentra en un descansillo, y luego dos tramos de escaleras que dan a un salón enorme le esperaban, lleno de muebles victorianos y un piano de cola blanco que no tiene tiempo de mirar, porque el tiempo se agota, y él sabe que se agota. Oye sonar un timbre y sigue tembloroso, porque el tiempo se agota.
Con un simple toque al interruptor, el despertador paró de sonar…las cortinas del sueño fueron abriendo, dejando al descubierto su enorme ego…

El Ego es solamente eso: un sueño, una creación tuya, y no un hecho. La mente creó el Ego que quiere y exige alimentarse.
En estado de vigilia, el propio Ego, con su astucia, hace con que niegues su existencia y es la forma que encuentra de protegerse para no ser atacado.
El amor propio es una astuta creación del Ego que, engañándose a sí mismo, cree que es real, y cualquier acto que perciba como amenaza a su existencia, usará de este artificio.
El Ego considera el cuerpo como su hogar, su salón de visitas, y su mayor arma de ataque es la comparación con otros egos, en el intento de autoafirmarse en su propia creencia y en su débil demonstración de fuerza.
Si el Ego intenta hacerte ver que hay un enemigo ahí afuera —y lo hará, debes saber que él mismo es tu peor enemigo. Se le concede demasiada fuerza para que se exprese y a través de esa concesión acaba adquiriendo el control, diciendo qué debemos recordar — en qué momento se sintió herido, menospreciado, abandonado o dejó de ser el centro del universo que él mismo ha creado —su universo y siempre, siempre, buscará un culpable usando del juicio fácil, trayendo toda la información negativa del pasado que él hábilmente sabe recabar, y te bombardeará con toda esa información que es su forma de mantener tu lealtad y que creas que él mismo es real, así es la forma de actuar del Ego.
No debemos destruir el Ego, ni atacarlo, solamente con no alimentarlo él se hará débil y volverás a tener el control de tu mente. Obsérvalo sin involucrarte y trátalo con amor. Quizás el sueño no sea tan bello, pero verás la belleza de tu propia realidad sin compararte con nadie.


Que así sea!   ©  jose luis iglesias ros

jueves, 20 de marzo de 2014

El Maestro y la Anciana.



Un maestro caminaba por un sendero, junto a su discípulo, cuando encontró a un niño que lloraba desconsoladamente. Quiso saber el motivo y le preguntó:

—Niño, por qué lloras?

—Mi padre ha muerto y no podrá jugar conmigo jamás —dijo el niño.

Siguió, el maestro, su camino y a poca distancia, encontró a un hombre que también lloraba.

—Hombre, por qué lloras?

—La fatalidad llegó a mi casa: mi hermano ha muerto y ya no tendré con quien compartir mis pensamientos.

El maestro continuó su camino, y por tercera vez, encuentra a otra persona que lloraba: una mujer.

—Mujer, por qué lloras?

—Buen hombre, desgraciadamente mi marido ha muerto y mis noches serán muy frías de aquí en adelante.

Aunque el maestro no entendiera el por qué de tantas muertes, se mantenía tranquilo.

A pocos kilómetros, encuentran a una anciana que, a pesar de que la tristeza se reflejaba en su cara, transmitía paz, lo que no pasó inadvertido por el maestro y resolvió interesarse:

—Querida anciana, veo reflejada la tristeza en su cara, pero también que conservas el estado de paz. Le ha pasado algo? Desearía contármelo?

—Sí, buen hombre, estás en lo cierto en todos los sentidos y no tengo problemas en contarlo, porque, a pesar de mi tristeza, también se trata de mi gozo.

—Yo tenía un hijo que conducía un carro de caballos. Un día él había ido al pueblo a comprar víveres y cargó todo en el carro. En el camino de vuelta, no se percató de una gran piedra en el camino cuando pasó con el carro. La piedra hizo con que él se cayera justo debajo de las ruedas del carro. Tenía dos posibilidades: o morir o salvarse, pero, salvándose, quedaría tetrapléjico. Yo no deseaba que muriera, sin embargo ese fue mi gozo. Mi gozo porque evitó el sufrimiento prolongado de toda nuestra familia: de mi otro hijo —su hermano, de mi nuera y de mi nieto que, seguramente os habéis conocido en el camino.

—Así es querida anciana —dijo el maestro—, hemos conocido a su nieto, a su nuera y a su otro hijo. A pesar de lo trágico, debemos aceptar que la muerte puede ser preferible al sufrimiento eterno y con eso, podemos conservar nuestra paz.

«Si miramos la muerte como el simple término de una relación y la aceptamos como tal, evitamos el sufrimiento. Aún evitando el sufrimiento, nos queda el dolor. Para ello tenemos el derecho de sentirnos tristes y el derecho de verter lágrimas que nos llegan como olas, rompiendo el la playa, pero retrocediendo al siguiente momento. 

«El gozo se encuentra en desear lo mejor para todos, tanto como lo deseamos para uno mismo, aún cuando esto no sea el mejor para uno mismo.



Una misma situación puede ser vivida de diferente forma por diferentes personas, sin embargo si cada una de ellas adquiere la capacidad de conocer su verdadera esencia, aunque cambie la situación, nada cambiará en nosotros y mantendremos la paz intacta. 

Que así sea! © jose luis iglesias ros

miércoles, 19 de marzo de 2014

El Maestro y la Verdad II.

—Querido maestro —indagó un discípulo—: la Verdad siempre será la misma para todos?

—Amado discípulo —pronunció el maestro—: la Verdad existe independiente de que crean o no en ella. La Verdad es el poder. El poder existe y es independiente. Cuando accedes a la Verdad, adquieres el poder y siempre será la misma para todos.

—No podemos ver el viento, pero el viento tiene poder. El agua también tiene poder, y no lo vemos —solo observamos su poder cuando queremos delimitar su espacio al construir una represa, entonces ella expresa su poder.

«No podemos ver la electricidad, pero ella tiene poder. Su poder se observa al presionar un interruptor que enciende una bombilla, o dos, o cien, pero que también hace funcionar un motor, o una fabrica, o una industria entera. La electricidad no es diferente en ningún aspecto.

«La verdad no es diferente en ningún aspecto. Solo la confusión que haces cuando te identificas con una simple bombilla, o con un motor, o con una fábrica o, si eres más audaz, te identificas con una industria entera. Todo es falso, porque no eres ninguna de esas cosas con las cuales te nombras o te identificas.

«Tú eres la electricidad pura. Tú tienes el poder, pero tienes miedo de llevar un calambre, porque te confundes con los simples cables, así de insignificantes y eso bloquea tu poder.

«Cuando comprendas la Verdad, todo el poder se manifestará.

Puedes ver el poder de la electricidad cuando dejas que ella se exprese,  al  encender  una simple bombilla. Pero su poder es infinito. El poder de la electricidad no es diferente del poder de la Verdad, pero tienes que dejar que ella también se exprese. Tú tienes ese poder en la Verdad que te queda por comprender.
Que así sea!   © jose luis iglesias ros

martes, 18 de marzo de 2014

El Maestro y la Verdad I.



—Querido maestro, cómo conoceré la Verdad?

—Conocerás la verdad cuando llegues a tu destino —contestó el maestro.

—Y cuál es mi destino? —indagó el discípulo.

—Tu destino es encontrar el maestro que te brinde la dirección correcta que hará con que te encuentres a ti mismo y ya no te reconozcas —dijo el maestro.

—Y si no encuentro al maestro que me brinde esta dirección? —cuestionó el discípulo.

—No hará diferencia alguna —replicó el maestro—, porque seguirás en la duda, como lo estás ahora: dudas si encontrarás o no al maestro.

«La duda no te lleva a ninguna parte, como no te lleva a ninguna parte una dirección equivocada —solo hace con que des vueltas y más vueltas sin llegar a lugar ninguno. Del mismo modo, no llegarás a ninguna parte si dudas de la dirección que te ha dado el maestro. El verdadero maestro lo reconocerás como un padre reconoce al hijo, aún cuando éste no lo ha visto de nacer, porque la unión entre ellos es inexplicable.

—Entonces, querido maestro, si sigo esa dirección, conoceré la Verdad?

—Así es, amado discípulo, sin embargo la dirección no es el final —no hasta que no estés en ella. Es solamente un camino. Cuando tienes una dirección que te han dado, tú tienes la elección de seguirla o no, y por lo tanto, nadie lo hará por ti —tú mismo debes encaminarte hacia ella. 

«Y cuando conozcas y entres en la Verdad, la dirección y todo lo demás pierden todo el sentido y dejan de existir.

«Te hará más fácil entender con este ejemplo: Yo te puedo decir: en tal casa, vive Fulano, el hombre sabio. Tú puedes creerme o no. Si te interesa mucho conocer a Fulano y confías en mi buen sentido, me pedirás la dirección e irás a conocerlo. Seguirás mis indicaciones o irás por otros caminos a tu elección, lo importante no es la dirección en sí misma, sino que llegues al lugar indicado. Al llegar, llamarás a la puerta y cuando abran, le preguntarás: Vive aquí Fulano? Me gustaría conocerlo. Al entrar, cerrarán la puerta y conocerás a Fulano. A partir de ese momento, en que has conocido a Fulano, tanto la dirección cuanto la casa en sí misma, pierden el significado. El ayuntamiento puede cambiar la dirección de la casa por otro nombre o, incluso, un terremoto puede hacer derruir las paredes de la casa, no importa —ya has conocido a Fulano.

«Y así es con la Verdad. Y la verdad es una: Tú eres Dios. Sigue la dirección hacia tu interior —ahí te encontrarás.


Algunas personas tienen un sentido de orientación impresionante, sin embargo otros, donde me incluyo, nos equivocamos incluso al dar la vuelta en la esquina. Los primeros llegarán antes, pero la paciencia de los otros y el disfrutar del paisaje fruto de esa equivocación es un premio añadido. Lo importante es que todos lleguen, por sus medios y capacidades.

Que así sea! © jose luis iglesias ros

lunes, 17 de marzo de 2014

Homo Mechanicus.

Dentro de todas las calificaciones que se ha dado al hombre, una todavía persiste: el homo mechanicus. 
El hombre siempre ha vivido bajo la sombra de una esclavitud, con la etiqueta de una máquina. Una máquina a favor de la supervivencia, a favor de los estándares de la misma sociedad que lo ha creado, manipulado y direccionado. Esclavo o máquina no conocen la razón de su existencia: viven y trabajan para otros y sufren el desgaste de su actividad.
Tienen programadas sus actividades con el objetivo de concluirlas eficazmente, y en efecto, son muy hábiles y eficaces y una vez concluida una tarea, hay muchas otras en cola. 
Qué pasa con la alegría del momento? 
Para las máquinas no existe, limitadas a ser perfectas y evolucionar en esa perfección mecánica, viviendo y obrando a través de ideologías o de moralidades.
El nuevo hombre está llamado a la responsabilidad, la suya propia y a la de los demás y, como un canal, responsable por fluir la energía de la conciencia universal, ocupando el lugar que le fue predestinado: el lugar de la conciencia. 
No existe una meta, sino un momento: Aquí.
No existe un espacio que incluya pasado ni futuro, sino el Ahora.


El despertar de la conciencia es el momento en que hay un cambio de responsabilidades, un cambio de valores y un cambio de percepciones: todo se funde en el amor.
Que así sea! © jose luis iglesias ros

viernes, 14 de marzo de 2014

El Maestro y la Ilusión.

—Querido maestro, porque decimos que el mundo es una ilusión? preguntó un discípulo.
Amado discípulo contestó el maestro, porque simplemente usamos de la visión del ego para observar, así que cada individualidad ve las cosas a su manera, y en base del ego, la manera de satisfacerlo según su criterio de necesidad.
—Imaginemos que están en el campo un carpintero; una pareja de enamorados; un pájaro; un pintor y un niño, observando todos a un frondoso árbol.
«El carpintero puede que observara solamente la robustez de la madera, imaginando qué de bellos podrían ser los muebles a partir de ella y quizás, siquiera observara el verde de sus hojas, pero sí el precio que podrían alcanzar estos supuestos muebles;
«La pareja de enamorados vería un lugar romántico al tallar, en el tronco, un corazón con sus nombres dentro, ignorando el hecho de que es un ser vivo y, por lo tanto, siente dolor;
«Un pájaro estaría buscando el espesor de las ramas más altas para construir su nido y así poder estar más seguro y confortable;
«Un pintor observaría todo el color de las hojas y de la corteza, en sus diferentes matices, imaginando en cual galería de arte se podría exponer su obra y que todos le alabaran por la belleza que supo captar;
«El niño imaginaría dónde colgar un columpio para así poder jugar y divertirse, y como su ego es como él mismo un niño, el interés personal no va más allá de eso —jugar;
«La realidad es una: todo es ilusión. Supongamos ahora que una niebla muy densa cubra el campo y que no se pueda ver el árbol. Ninguno de los que citamos puede verlo, entonces se entristecen al no poder contemplar la razón de sus sueños. El árbol dejó de existir, entonces? No! Solo los falsos conceptos han dejado de existir, pero la mente ego, no acepta y viene el sufrimiento.

«La ilusión es el velo que te impide ver la realidad. Para quitar el velo, debes abandonar la ignorancia que has adquirido a través del ego y de cómo controla a tu mente. El conocimiento vendrá por la aceptación de que todo es ilusión y de que eres la conciencia única el observador, aquél que no se involucra.

La ilusión solo se confunde con la realidad, si aceptas como realidad, esa ilusión.
De igual forma, si aceptas y comprendes que la ilusión es solo ilusión, ésta se desvanece y solo queda la realidad.
Que así sea!   © jose luis iglesias ros

jueves, 13 de marzo de 2014

La Libertad del Amor.

El amor verdadero es sentimiento y es espacio.
Un espacio infinito que creas en tu mundo, aunque sea este, finito.
Un espacio de libertad que, hasta ella misma, desconoce poseer.
Un espacio de elección, incluso cuando no estés tu, entre sus elecciones.
Un espacio de decisión, incluso cuando no seas tú, por quien ella ha decidido.
Un espacio de lágrimas, que eres capaz de llorar, aún sin causarlas.
Un espacio incondicional que respeta únicamente esta condición.
Un espacio de fidelidad, que no es el reflejo de la suya, sino de la tuya propia.
Un espacio de comprensión, incluso si todo el universo no te comprende.
Y si en todo ese espacio infinito de libertad, le llevara a hacer una elección equivocada y por haber decidido, le llegaran las lágrimas, mi incondicional fidelidad las haría mías, comprendiendo que solo el amor verdadero es capaz de llenar cualquier espacio…

El Maestro y la Muerte.

—Querido maestro preguntó el discípulo: por qué tenemos miedo a la muerte?
Amado discípulo contestó el maestro: primero debemos entender a lo qué llamas tú de muerte.
—La muerte no es el fin de la vida? —indagó el discípulo.
—Bien —intercedió el maestro—, si dices el fin de la vida, debes referirte a la forma con la que identificas en esta vida el cuerpo.
—Si yo te pido que te identifiques con un árbol, probablemente quieras hacerlo con un Olivo y por qué? Por su longevidad, por la dureza de su madera, por la utilidad de sus frutos, o cualquier otra característica que te guste.
«Y cuando este árbol, a pesar de su longevidad, no pueda dar más frutos, qué pasará?
—Supongo que estará muerto —dijo el discípulo.
—Entonces, para ti, la capacidad de producir frutos es lo que da significado a la vida de este árbol, y si está muerto, ya no sirve para nada, es así? preguntó el maestro.
Supongo, querido maestro.
—Consideremos que esté muerto, como lo dices tú: entonces lo cortamos dijo el maestro, y usamos de su robusta madera para calentar nuestro Ashram. Ha servido para algo, entonces puede que no estuviera muerto, sino esperando alcanzar otra utilidad.
«Luego de servir como fuente de calor, se descompone en cenizas y alcanza otra utilidad servir de abono a otras plantas, y si lo ha hecho, no estaba muerto. Y esas cenizas se funden con la tierra y alimentan a otros árboles…
«La muerte, querido discípulo,  no es el término de algo, o el final de algo, sino el cambio de un estado, o una transformación necesaria para alcanzar otras formas de servir.
«Si estás identificado con la forma, el miedo surge porque pierdes la conexión con esta forma, porque cambió su estado.
«Si no te identificas con la forma, comprendes que el cambio de ese estado es simplemente un paso evolutivo y el miedo, en este caso, no existe.

Recordad: si tienes que identificarte con algo, que sea con lo que realmente eres: una divinidad!

Puede que a muchos les gustaría vivir eternamente. Y en efecto se puede, si al mismo tiempo, evolucionamos eternamente, lo que está en nuestra capacidad interior -eso es vivir eternamente.
Que así sea! © jose luis iglesias ros

miércoles, 12 de marzo de 2014

El Maestro y el Ahora.


—Querido maestro —comentó un discípulo—: a veces, antes de acudir a la clase, se me ocurren muchas preguntas por hacer, pero al llegar, ellas simplemente desaparecen. Siento que continúan existiendo, pero no se hacen presentes. 
—Amado discípulo —explicó el maestro—: las preguntas y las dudas surgen de una única actividad: el pensar. Los pensamientos te llevan a ocupar gran parte de lo más precioso que puedes tener: El Ahora.
—Si te digo: mira a tu alrededor, tú lo harás. Posiblemente si estás en el campo, observarás a una flor, pero inmediatamente querrás saber el nombre de la flor, a qué huele, registrarás en tu mente todos los colores, para que, en un futuro, puedas compararla a otras flores. De esa forma te apartas del momento presente, cuando en realidad, en la presencia de esa flor, solo deberías sentir: Oh! 
«Sentir la belleza, sin identificarla o etiquetarla con algo. Como si la estuvieras observando por primera vez. Saber su nombre o conocer su aroma o colores no te aportará nada que sea realmente real, tampoco permanente o que sea la verdad, y la verdad solo puede encontrarse en el “ahora”, cuando decides no pensar y vivir —sentir ese momento.
«Estarás viviendo el ahora cuando te liberes de la necesidad de entenderlo todo, porque sientes lo que estás buscando sin la existencia de conceptos.
«Todo el conocimiento está en ti, entonces no hay razón para las preguntas, porque la transformación interior no es el resultado de la respuestas a tus preguntas, sino el hallar una nueva relación con el pensamiento, donde tú tienes el control y le permites o no, ser seducido por ellos.
«La libertad mental de no pensar, es experimentar la paz del momento presente.

Hacerlo todo por primera vez, sentirlo todo por primera vez, descubrir todo por primera vez —estar presente en tú presente. Deja que te sorprenda el Ahora, el único tiempo en que las cosas que ocurren no necesitan ser entendidas.
Que así sea! © jose luis iglesias ros