Si
alguna vez te has dejado llevar por pensamientos egoístas, has buscado solo tu
beneficio viendo el otro como “medio” de obtenerlo, has dejado que el miedo te
dominara y la cobardía te cerró la puerta a lo que quizás hubieras logrado; si
has traicionado o engañado a alguien, si alguna vez has dicho aquél “te quiero”
cuando en realidad tus pensamientos eran de: “acuéstate conmigo”, causando daño
a esa persona y peor, haciendo daño hacia ti mismo; has dicho “si” cuando el
“no” te sobrevino a la garganta y sería la respuesta correcta y necesaria,
dejándote coaccionar por tu tan conocida cobardía; has trillado un camino que
no era el tuyo, simplemente por tu propia conveniencia; has puesto tus deberes
espirituales en tu lista de “no prioridades”.
Si
alguna vez, por acción u omisión te has identificado con estas formas, como me
he identificado yo rotundamente, te doy la Enhorabuena! Has ejercido tu
condición humana…
Cuando
viniste a este mundo, has traído muchas cualidades que, a lo largo del camino,
se fueron quedando obsoletas por falta de uso, y otras cosas han ocupado la
primacía sobre aquellas.
Ahora
bien: a veces los caminos tortuosos son los que te llevarán a cumplir tu meta,
honrar al plan determinado para ti como guardián y protector de la Luz. ¿Pero
de que meta y de que plan estamos hablando? Posiblemente deberías oír a tu
corazón que insistentemente te pregunta: para qué estás aquí? ¿A qué has venido
a este mundo? Esto es de lo que estamos hablando. ¡Viniste a este mundo sin
nada y te irás sin nada, esto es cierto! Sin embargo has sido dotado de
inteligencia, que aprende, cuestiona y reflexiona: no quieres cometer los
mismos errores, una y otra vez y sufrir con ellos una y otra vez. El guerrero
de la Luz ha de perderse unos cuantos años hasta oír a su corazón; ha de
auto-afirmarse en su condición y re-hacerse, ocupando el lugar de potestad que
le corresponde. Es su Gran Obra.
Cada
día, son más los llamados a ejercer de guerreros y, sobre la dualidad que
vivimos, serán duramente criticados por los no guerreros, aquellos que no
desean alejarse de su “zona de confort”. Para el guerrero, todos son sus
iguales, y la verdadera batalla es consigo mismo, contra el verdadero
saboteador que hay en su camino. Ellos se crean a sí mismos, a través del
ensayo y error, del dolor y sufrimiento y los acepta con amor: comprende que
son necesarios para alcanzar la pureza y cultiva la esperanza de ser mejor cada
día. Comprende sus errores y reconoce que la enmienda es necesaria. No conoce
la envidia, ni el odio, ni el rencor y aprendió a basar su vida en el “no
apego”.
Para
conectar con lo divino, y estar más cerca de ser el verdadero Dios fue
necesaria la experiencia humana: ha perdido inúmeras batallas, pero ha ganado
el aprendizaje de la mano de su propio verdugo.
Despertar al guerrero que existe en tu interior -lleno de luz- y ser su amigo te hará ver cada batalla como un juego de niños.
Que así sea! © jose luis iglesias ros
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